Manolo Mugica

ENE

 

Y el océano gotea por tus pezones

a cuenta olas,

a cuenta mares,

donde los amares se marean al saberse clepsidra de sangre,

tiempo carmín-carnoso y degollante;

herida que vocifera cual drogadicto

los rockmances caducos que escribió alguien que deseaba perder la cuenta de los días;

ese era yo

invocándote en mis manuscritos;

ese yo que no he dejado de ser pero ya no soy,

ese triste épico, epidémico, sonámbulo,

trinidad esdrújula como tus piernas.

 

Eso es lo que sueño ahora,

tus senos graves y tu derrier agudo, acentuado hasta el último meneo.

 

Aquí estás,

mujer del nombre que no perdona,

tras alucinaciones nostálgicas, iluminando aquello

que yace en el umbral,

mientras te retuerces en la melcocha de otros brazos

que nada han de ofrecerte

salvo el desecho que se recoge de las sonrisas,

la ceniza que a veces deja la noche cuando se va apagando.

 

Te observo,

leo la angustia en los poros de tu pellejo braille

y antes de hablarte despierto…

 

 

O

 

…Qué agitación de sombras,

qué musitar del corazón en el lecho páramo;

mas infernado y maldito,

regreso al sueño para buscarte melancólica de levedad…

…De nuevo los ojos bajan el telón

y te encuentro como más me gustas,

con el corazón abierto y la piel desabrochada;

arranco los dedos de tus pies como si fueran uvas,

los degusto sin prisa,

quiero aprenderte,

quiero aprehenderte;

te devoro,

 

Captura

¿y despierto?

 

 

                                                             [                                     ]

No, no despierto.

Soñé que lo hacía.

Comienzo a buscarte entre las sábanas

y hallo tan sólo el bagazo de tu sexo leporino.

 

 

EME

 

Repentinamente estoy cansado,

no sé si de paladearte

o de no percibir el perfume que dejan las úlceras de tus intestinos.

Y así, con el azar de las blasfemias,

camino con la lengua hecha ponzoña,

entro al antro de la llaga última,

pido un trago de olvido para quitarme este sabor que no es el tuyo;

sigo cansado,

cansado a la décima [ilumino con mis labios

los paisajes de tu espalda,

te despetalo la falda

hasta probar los resabios

que dejaron tus ovarios

y kamikaze te habito.

De tu cuerpo quedo ahíto;

sin más contemplo la sombra,

figura y forma, que nombra

la carnalidad del mito] potencia.

 

Anhelo tus manos y sus uñas afiladas

dispuestas a sacarme los ojos para no mirar más este holocausto,

esta tribal memoria de ti y tu silueta.

Ayúdame a ayunarte una eternidad, acuchíllame ahora que no te observo.

Ayúdame a descansar este cansancio descansado de perderte a último parpadeo.

 

 

A

 

Se vacía la vasija de tu vientre,

la vasija de tu lengua yacente-llameante,

se vacía mi carácter insultante,

las majaderías caen a pedazos, se rompen,

nadie se refleja en ellas.

Tomo uno de aquellos trozos y tasajeo mi rostro con deleite

mientras te masturbas y bramas afiebrada de violencia,

de la poética de mi faz mutilada.

Después,

tras desangrarme algunos versos,

te monto enardecido,

lames las sendas profusas de mi cara

y empapado nuevamente de ti, te asfixio con mi falo,

con él tapo la anchura de tu garganta,

te estallan las pupilas al tiempo de mi orgasmo,

la muerte por un instante se abraza a la vida,

el sueño es todo esperma y sangre,

_____________

s        s        s

a      a       a

n     n        n

g     g      g

r      r        r

e     e       e

 

y despierto aturdido.

 

 

ELE

 

¿Por qué el frío esta noche?

¿Por qué huyes en cuanto me arranco los párpados?

¿Por qué no puedo decirte mi tristeza o escribir un poema en tu espalda?

No soporto el sopor

y zurzo el sueño a mis ojos maltratados por leer a obscuras;

y otra vez derrotado, con el esqueleto inerme,

camino entre basura y callejones…

—“Gracias a Dios no estás más loco”—,

dice la voz de mi madre descendiendo del cielo negro de mis pesadillas.

Gracias a Dios lo bueno, jamás lo malo;

lo inicuo atañe al Diablo,

pero Satanás es un criminal lírico que sana con metáforas.

Hay que dar gracias también a la maldad

y dejar de agradecer a Dios los muñones que nos ha brindado.

 

En realidad,

aquel Dios no tiene interés en nosotros,

sólo somos perros para él,

mascotas sarnosas, maleducadas, pulguientas,

rabiosas, muertas de hambre,

con el costillar semejando una marimba

donde suenan las notas de la miseria.

 

¿Quién puede decir que esto no es un sueño?

Yo, aquí, perro; tú, aquí, perra, esbelta y en celo,

siendo devorada por una jauría callejera que apenas y puede ladrar,

que sólo sabe lamerse los genitales… despierto… duermo…

 

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O

 

…Ya es madrugada pero siempre es madrugada; siempre es de luna en el poema y la cama de sábanas marchitas; aquel colchón fracturado donde hacíamos el amor, ese poema donde nuestras bocas eran la única consonancia.

Otra vez otra vez, es escribir, de nuevo tú, desnuda en mis alucinaciones oníricas, poéticas; tú sin máscaras, sin accesorios, sin nombre, acercándote a mí.

Ya estás a mi lado y olvido que alguna vez te fuiste.

Te pones de hinojos, casi seiza, contemplo tu desnudez despojada de toda mampostería, sin maquillaje en las manos que cubran la verdad que hay tras tus caricias.

Yo también me desnudo, me acuesto en tu regazo y en silencio digo lo que anhelaba decirte, y me escuchas en silencio, y parece que morimos un rato, y sonríes, y te entiendo, y parece que morimos, y te abrazo, y ya no despierto†