Amy Sofía Gómez Sánchez

Uno no consigue descanso de los inesperados giros en la forma de escribir de Miguel Ángel Asturias a lo largo de la novela. Ya desde el comienzo, se nos presenta, por medio de un lenguaje culto y descriptivo, entremezclado con poesía y diálogo, un cuadro desolador de la sociedad que se irá explorando conforme avanza la lectura. El autor hace uso de un lenguaje plagado de aliteraciones e hipérboles, bastante notables con mayor frecuencia durante las apariciones del personaje conocido como el Pelele. Este, durante sus sueños y pesadillas, nos deja ver, de forma abstracta y dramática, cómo su mente procesa esos destellos oníricos: «Las uñas aceradas de la fiebre le aserraban la frente. Disociación de ideas. Elasticidad del mundo de los espejos. Desproporción fantástica. Huracán delirante. Fuga vertiginosa, horizontal, vertical, oblicua, recién nacida y muerta en espiral…».

Uno de los escenarios donde se experimenta también ese juego macabro de describir lo abstracto del reino oníricos es durante la pesadilla de Miguel Cara de Ángel. Devastado y desesperado por el estado de Camila, hija del general Canales, sueña y se aterra por los malos augurios que se le presentan: «… Juego de sueños…, charcas de aceite alcanforado…, astros de dialogo lento…, invisible, salobre y desnudo contacto del vacío…, doble bisagra de las manos…, lo inútil de las manos en las manos…, en el jabón de Reuter…, en el jardín del libro de lectura…, en el lugar del tigre…, en el allá grande de los pericos…, en la jaula de Dios…». Son figuras y siluetas que, en conjunto con los diálogos que sostiene el protagonista con los demonios de sus sueños, hacen de esta escena algo más vívido y aterrador. Es un recuerdo inquietante de que el Sueño, hablando quizá metafóricamente, es el hermano de la Muerte.

«La palabra más dulce del Cantar de los cantares flotó un instante, adorable bordado, entre árboles que daban querubines y flores de ahazar». Viene de una conversación que sostenían Cara de Ángel y el mayor Farfán sobre la vida en peligro de este último. El mayor piensa que la persona enferma de gravedad por la que está pidiendo el favorito del Presidente es, quizá, su esposa, haciendo que Cara de Ángel caiga en un espiral de incertidumbre sobre sus objetivos y su código moral. La frase está tan bellamente construida, que te transporta inmediatamente a Las Pastorales de Dafnis y Cloe, donde el campo y los vergeles eran los escenarios ideales para el amor y la unión de dos seres.

El señor Miguel Ángel Asturias Amado habla de una forma muy vívida y cálida respecto a la memoria de su padre. Siendo el hijo de un autor tan reconocido, él puede relatar cómo era el Sr. Asturias y cómo era ver su proceso creativo. Habla sobre lo mucho que amaba a sus dos hijos, cómo se preocupaba por cada aspecto de la vida de ellos y demás anécdotas que Miguel Ángel Asturias Amado pasó junto a su padre. La primera historia que relata es la ocasión en la que le pidió pasar en limpio uno de sus libros, El Alhajadito. Dicha obra incluía algunos cuentos que el propio autor contaba a su hijo durante su infancia, los cuales el propio Miguel Ángel Asturias Amado no recordaba. Otro punto interesante es que el hijo del Sr. Asturias afirma que su padre no sólo debería ser reconocido por sus libros, sino también por su obra poética, un rubro poco conocido, pero con trabajos muy bellos.

También su trabajo periodístico se debe apreciar, pues ahí se pueden apreciar las «semillas» de lo que más adelante serían sus obras más famosas. Más adelante, Miguel Ángel Asturias Amado aborda un tópico muy interesante: los premios en la literatura. Menciona que su padre, en ese aspecto, era una persona sencilla; afirmó que dicho premio iba a ayudar a que lo leyeran personas que antes no lo habían hecho. Habla también sobre la importancia de la traducción de las obras de Miguel Ángel Asturias, especialmente la de El Señor Presidente; es vital no sólo traducir palabra por palabra, sino crear la misma atmósfera que el autor original quiere trasmitir, así como las figuras de lenguaje y retóricas que se encuentran en la obra.

Es una novela compleja y espectacular de principio a fin, desde el Pelele enloquecido que asesinó al coronel, hasta la llegada del estudiante excarcelado a su hogar. La historia es un viaje inolvidable y duro por las vivencias de una sociedad azotada por la corrupción, la tiranía, la pobreza, la dictadura y el terror. Cada uno de los personajes te cautiva con su propia historia y, de una forma brillante y sagaz, Miguel Ángel Asturias los va retratando y dándoles un trasfondo. Yendo desde la Masacuata, mujer firme y con una presencia destacable; Niña Fedina, madre y esposa que estuvo en el lugar y momento equivocado; Camila, una joven frágil y atormentada por los fantasmas de su pasado y, no menos importante, Miguel Cara de Ángel, el favorito del Presidente, «bello y malo como Satán». Cada uno vive su propio caos personal, y podemos apreciar, de forma muy dramática y cruda, cómo es el desenlace de cada uno de ellos. Asturias nos hace encariñarnos con sus personajes; quiere que suframos un poco junto con ellos y veamos, a través de sus ojos, cómo es vivir bajo el yugo y puño de hierro de un gobierno en el que miles de creyentes han puesto se fe ciegamente. La historia empieza con un ser que sobrevive a la locura y mantiene su racionalidad y, después de la tormenta, regresa al origen, con dicha racionalidad imperturbable.