Katia Jimena Hiriart Dávila

El cuarto de juguetes está lleno; no tiene más que un alma. Entre sangre que no es mía, dejo los zapatos enrojecidos en el piso y empiezo a arreglar todas las muñecas. Estoy muy grande para jugar con ellas.

Regresan del hospital. Nada ha pasado. Todo ha pasado: alguien falta. ¿Podría extrañarla? ¿Me daré cuenta mañana? ¿O seguirá como siempre?

No la veo. No pasa gran cosa. Por dentro, se siente extraño. No es ella. Todo está lleno. Sangre en el piso. Una mujer recostada; no la habían visto. Fluye sangre desde su boca. Las muñecas nos miran. Ninguna se mueve; no es su trabajo… Estamos solos y todo tan vacío.

Me siento sola, sin la única persona que escuchaba, en un mundo que nos olvida. Todo esta tan lleno… de nada. Nada llena.

Respiración lenta, respiración rápida, respiración pausada, no te asfixias, no te vas; simplemente pierde la cabeza. ¿Ya es hora? ¿Cuándo llega la hora? Cuando te olvidas de todo; cuando todo se encuentra tan vacío que te sientes lleno.

Nada cambia, nada muta, todo permanece en calma, armonía. Lejos.

Las muñecas nos miran, tan tranquilas. No pasa nada. Simplemente se va despacio; se va y no vuelve, no cambia nada. Una canción, un lamento. No pasa nada. Sólo desespera y no cambia…

Llega y ve. Hazlo otra vez, cuanto sea necesario. Tú lo necesitas. Tan vacío que se siente lleno…