Karina Castro G.

La expresión literaria de lo histórico ha existido en muchas épocas. Algunos estudiosos afirman que la novela histórica puede rastrearse antes del Romanticismo, con Jenofonte, en el año 300 a. de n.e. No obstante, si partimos de la definición de Georg Lukács de novela histórica como una obra que trata un tema del pasado y da especial relevancia al sentido histórico, respetando sus peculiaridades, revitalizándolo y poniendo en primer término los acontecimientos que transforman la vida social, entonces debemos situar su origen en el Romanticismo, ya que, como asegura José Jurado Morales, en las obras previas a este movimiento el tratamiento es muy distinto: el tiempo es abstracto y los personajes históricos son atemporales o abstracciones de ideas; por el contrario, la novela histórica pretende relatar y explicar la historia pública real mediante una historia individual ficticia.

En las novelas del Romanticismo, se tiende a poetizar ambientes y acontecimientos del pasado, así como a refugiarse en él para mitigar la angustia producida por el presente. Estas características son la semilla para el desarrollo de la novela histórica, que busca respuestas en el pasado a fin de acercarse a la verdad y entender el presente. Por tal razón, una de las funciones de este género es responder ante tiempos de crisis, idealizando sucesos históricos y mostrándole al lector cómo ocurrieron o cómo pudieron haber ocurrido para motivarlo a reflexionar sobre la actualidad. Existen dos motivaciones en la novela histórica: el deseo de que el lector reconozca su sociedad y la necesidad de definir una identidad con base en determinados acontecimientos políticos. El autor selecciona los hechos que más convienen a sus intenciones y se toma ciertas libertades poéticas, utiliza crónicas, testimonios y documentos; rellena huecos y matiza detalles.

Varias novelas románticas extraían la acción del ámbito europeo y la trasladaban a otras tierras para añadir el elemento exótico, fascinante y misterioso. Este recurso se vincula a otro subgénero: la novela de viaje, donde, como afirma Ottmar Ette, «la fascinación despertada por los relatos de viajes, especialmente por las culturas lejanas, está marcada por la percepción de una alteridad cultural, social y política». La novela de viaje funciona también como puente entre la histórica y la de aventuras. Sostiene José Emilio Pacheco que toda novela de aventuras hace recuento de viajes extraordinarios. De acuerdo con este autor, los iniciadores de la novela histórica, Walter Scott y Alessandro Manzoni, sentaron las bases del folletín, género que se alejó del arte para acercarse a la producción industrial, y que detonó también el desarrollo de la novela de aventuras. Pacheco afirma que dicho subgénero es una continuidad del género épico, pero a diferencia de este último y del histórico, «es fruto deliberado de la imaginación», se suele concebir para un público infantil y juvenil, y pretende entretener y educar a la vez, como las fábulas apólogas.

En Inglaterra ya se escribían novelas juveniles, cuando en Francia Alejandro Dumas y George Sand comenzaron apenas a desarrollarlas. Dumas es el enlace entre el folletín y la novela de aventuras. Sus obras han sido leídas principalmente por niños y jóvenes. En las narraciones de este autor, aparecen temas históricos, amorosos y de aventuras; en ellas se reúnen las características básicas de la novela histórica (mezclar hechos reales y ficticios) con las de la novela de aventuras, es decir, el predominio de la acción, la violencia y los peligros, así como la presencia de personajes heroicos, valientes y nobles que se enfrentan a antagonistas malvados, viles y crueles. Dumas construyó personajes memorables, quienes se convirtieron en figuras canónicas de la amistad, el amor, la venganza… No son personajes maniqueos, sino humanos, con pasiones, errores y contradicciones, de ahí también el éxito de sus obras.

Tanto en la novela histórica como en la de aventuras, el momento histórico en que se desarrolla la acción es fundamental; sin embargo, en la primera será prácticamente el protagonista, mientras que en la segunda será parte de un contexto que otorga realce a la acción, a la lucha de los personajes por lograr una empresa.

 

Fuentes consultadas

Ette, Ottmar, Literatura de viaje. De Humboldt a Baudrillard. Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

Ímaz, Carmen Alonso, La novela histórica alemana y los austrias españoles, Universidad Rey Juan Carlos

Jurado Morales, José Reflexiones sobre la novela histórica, Universidad Complutense de Madrid

Lukács, George La Novela histórica, Ediciones Era

Pacheco, José Emilio, “La novela de aventuras”, artículo en la Revista de la Universidad de México