Rosario Buendía

 

Huacales desbordados de libros

me miran desde una esquina,

como la muñeca fea en casa de la abuela.

 

Libros hartos de telarañas

planean el escape del olvido,

con un halo exánime y susurros me atrapan.

 

Al azar levanto uno, pálido, gordo y frágil,

misma suerte de la página elegida;

la Muerte se impone en un hilván de versos.

 

¿Hechizo de ella o de las palabras?

No sé si fue obra de Nervo, Paz o Neruda.

No, no lo recuerdo.

 

Zurzo el poema, hilo imágenes y frases:

“Lloramos por los que nos quedamos,

no por los que se fueron” … ¿quizá?

 

Dudoso registro, trampa para ellos,

para mí, siguen en naufragio,

poema, autor y antología.