Alma Moya Bastón

En este texto, planteo la relación entre Scott Fitzgerald y su obra gracias a que hay acceso a una vasta información que nos permite conocerlo más de cerca. Si bien el autor no dejó una autobiografía, acostumbraba escribir cartas, y la detallada compilación de esta correspondencia dirigida a editores, publicistas, amigos y amantes nos permite identificar la relación de la vida del autor con su más grande obra: The Great Gatsby, considerada como una de las mejores novelas de la literatura estadounidense.

Fue su tercera novela publicada, en la que nos habla del gran «sueño americano», una obsesión por lograr la reinvención de uno mismo, que cualquiera puede lograr sin importar sus orígenes. Centro mi atención en el papel de la mujer, ya que desde las primeras páginas es posible identificar a un estereotipo de mujer cosificada, o incluso advertir ciertos rasgos misóginos. La vida del autor nos permite establecer una postura objetiva en la lectura y darnos cuenta de que abordar primero a los personajes femeninos y darles mayor peso es apropiado, debido a que los documentos biográficos nos proporcionan elementos suficientes para refutar la postura de posible misoginia del autor.

Daisy Fay Buchanan es en gran parte responsable de la trama de la historia. Lo que sabemos de esta mujer es referido por otro personaje: Nick Carraway, su primo y también el narrador de la historia, lo que nos impide conocer sus pensamientos, deseos y motivaciones; sin embargo, gracias al diálogo, descripciones y acciones, es posible concluir que se trata de una mujer encantadora y luminosa, pero triste, atrapada en una relación disfuncional:

I woke up out of the ether with an utterly abandoned feeling and asked the nurse right away if it was a boy or a girl. She told me it was a girl, and so I turned my head away and wept. ‘All right,’ I said, ‘I’m glad it’s a girl. And I hope she’ll be a fool—that’s the best thing a girl can be in this world, a beautiful little fool.

Al referirme a los registros de la historia del autor, sabemos que esta frase fue enunciada por Zelda Sayre[1], esposa de Fitzgerald cuando dio a luz a su primogénita. El autor la escribió en un papel y más tarde la utilizó en uno de sus personajes. Así podemos discernir que Fitzgerald registraba lo que veía, y no que él reflejara una postura poco considerada hacia la mujer. Aun así, no puede eludirse reflexionar sobre la actitud de Zelda en la vida real, o de Daisy en la ficticia: ser mujer resultaba una maldición, y lo que debía esperar en el mejor de los casos era ser bonita y tonta.

Resulta por demás congruente la forma en que Fitzgerald define los rasgos psicológicos de cada personaje, y que ciertamente nos remiten a la ideología de aquellos tiempos. La década de 1920, una época de grandes fiestas y de una aparente libertad de la mujer, quien fuma, bebe y también maldice, y puede hacer el amor emancipada de los juicios. Conocidas como «flappers»[2], hoy se consideran la primera generación de mujeres estadounidenses independientes. Zelda Fitzgerald era un claro ejemplo, y Daisy, con algunas diferencias —ella no bebe—, también lo era.

Afirmar que la libertad era aparente se debe precisamente al pesimismo de Daisy, cuando menciona que la aspiración de una niña es ser tonta. Asimismo, por estar sometida en un matrimonio con un hombre que la engañaba con una mujer también casada, llamada Myrtel Wilson. Ella lo sabe —desde el principio lo notamos, cuando Myrtel llama por teléfono a la casa de Daisy—, pero decide quedarse en esa situación. Aquí aparece otro estereotipo de mujer que poco nos enaltece o nos define como género: la amante. Es una mujer de aspecto voluptuoso, sin rasgos propiamente intelectuales; intenta parecer sofisticada, pero el narrador nos aclara que es una mujer vulgar. Myrtel se siente atraída por la brutalidad de Tom Buchanan, el marido de Daisy, y permite ser golpeada y sobajada. En definitiva, se trata de una mujer completamente cosificada.

Al mismo tiempo que el narrador nos introduce a su prima Daisy, nos presenta a Jordan Baker, una golfista profesional que entabla una relación con él mismo, Nick. Es una mujer descrita al inicio como atractiva, con actitud cínica, fastidiada, aunque luego por el texto se infiere que es mentirosa, tramposa y con poco interés por lo que les ocurre a los demás.

Hay un gran balance en la novela. Los personajes masculinos tampoco son lo que esperamos con la promesa del título. Aun cuando las ideas aquí presentadas se centran en las figuras femeninas, pues considero que son los hilos conductores de la historia, es importante mencionar las características de estos hombres que hacen de ésta una obra vigorosa y extraordinaria.

Nick Carraway, el narrador, no es omnisciente, pero miramos a través de su punto de vista, de ahí que la información puede o no ser confiable. Él elige cómo darnos a conocer los hechos. ¿Sería lo mismo si la contara otro personaje? Gracias a sus diálogos y acciones, también conocemos a Nick como personaje e identificamos su rechazo al materialismo y a la vida superficial de Nueva York, así como su admiración por Gatsby, el protagonista de la obra, y el desprecio que siente por los demás interlocutores y las acciones que realizan.

Jay Gatsby, el protagonista, cuyo nombre forma parte del título, no podría caracterizarse, después de conocerlo, como «grandioso». Es un hombre enamorado de Daisy Buchanan hasta la obsesión. De origen pobre, hijo de un granjero sin recursos, con el paso del tiempo, impulsado precisamente por el amor, hace lo que sea para volverse exitoso y millonario. Este personaje nos presenta el sueño americano de lograr el éxito a través del esfuerzo, pero también de situaciones poco claras y deshonestas. Su obsesión lo lleva a tratar de recrear el amor perfecto con Daisy. La laxitud de la época permite que Daisy vuelva a sus amoríos con Gatsby cuando se reencuentran gracias a la ayuda de Jordan y de Nick. Al enterarse, Tom lo investiga y revela oscuros aspectos de Jay Gatsby para demostrar que no vale la pena Daisy. Es interesante el juicio de Tom, un hombre sumamente rico, racista, adúltero, golpeador, pero quien termina quedándose con Daisy, y reconciliados se van de la ciudad, mientras que el héroe muere trágicamente asesinado por el marido de Myrtle, quien también muere atropellada por Daisy.

Estas tres mujeres que hemos descubierto en una magnífica radiografía de la sociedad de aquella década son un reflejo que, si bien parece difícil de pensar, poco ha cambiado. Las mujeres siguen siendo golpeadas, incluso asesinadas; son todavía consideradas por algunos como objetos y poco inteligentes, y en el ámbito laboral padecen una desventaja si deciden ser madres.

Al comentar la historia con mi hija, quien también tiene una hija, coincidimos que sin duda nuestro papel como mujeres ha ido cambiando para bien si lo confrontamos con las de los años 20 del siglo pasado, aunque si lo contrastamos con el papel de los hombres de ahora, sin duda aún seguimos en desventaja: todavía estamos lejos de lograr la equidad de género que debiera prevalecer en nuestra sociedad.

[1] https://www.youtube.com/watch?v=cCfUsaX5F10

[2] https://www.history.com/topics/roaring-twenties/flappers