Alma Moya Bastón

Introducción

Durante siglos, la humanidad ha categorizado a los individuos en función de sus características físicas (color de la piel, tipo de pelo, forma de la boca y ojos). Entender nuestras diferencias y alejarnos de tergiversaciones sobre los fenotipos, que no determinan de forma alguna a la humanidad, es un camino indispensable para dar el paso hacia una verdadera igualdad social de la que hoy, con todo lo que hemos avanzado, estamos todavía lejos.

Cierto es que las diferencias fenotípicas y antropométricas son claramente identificables, pero gracias a la literatura —la memoria de nuestra historia— advertimos que la inequidad manifiesta fue apoyada incluso por leyes e instituciones que sistemáticamente marginaron y oprimieron a las personas de piel oscura, a quienes se consideraba no sólo diferentes, sino inferiores, a fin de justificar las prácticas esclavistas. Hoy, si bien las leyes han sido modificadas para corregir tal inequidad, seguimos viviendo en una sociedad donde los individuos de origen afroamericano parecen no tener, en términos generales, el mismo privilegio que otros.

En mayo de 2020, por citar un ejemplo que causó grandes repercusiones en forma de revueltas sociales, George Perry Floyd, un afroamericano que presuntamente presentó en un mostrador un billete falso de veinte dólares, fue asesinado por el policía que lo arrestó. La brutalidad policial terminó con la vida de una persona por asfixia en un caso en que resulta prácticamente imposible negar un acto de racismo. 156 años después de que el 31 de enero de 1865 fuera aprobada en el Congreso la decimotercera enmienda que abolió la esclavitud en Estados Unidos, y ratificada en diciembre de ese año, una parte de la sociedad sigue pensando que unos tienen dominio sobre otros. Los hombres de raza negra llegaron a América cosificados, y sin duda algo faltó al abolirse la esclavitud: no se creó una conciencia social de igualdad. Desde entonces, la batalla es interminable.

Buena parte de la literatura ha sido un frente desde el que se ha librado esta lucha, con las actividades abolicionistas de Ralph Waldo Emerson o Henry David Thoreau, entre otros, cuando la legitimización de la narrativa de los esclavos afroamericanos no había sido del todo aceptada, aunque sí cumplía con motivar a la libertad de aquellos que sufrían la esclavitud.

En el desarrollo de este trabajo, analizo los orígenes de la esclavitud en los Estados Unidos y abordo la literatura de la época esclavista y su importancia. Para algunos especialistas, se trata de la primera muestra literaria genuinamente estadounidense, afirmación basada en la gran cantidad de textos autobiográficos que durante el siglo XIX escribieron algunas víctimas de la esclavitud. En particular, me centraré en Frederick Douglass, narrador y protagonista de la obra Vida de un esclavo americano, ya que fue uno de los máximos promotores del abolicionismo.

Más adelante, las letras nos ofrecerán un amplio material de autores afroestadounienses que después de la abolición siguieron con la lucha hacia la igualdad. Son escritores incluso ya contemporáneos cuyos relatos ejemplifican la batalla e insisten en las diferencias que han prevalecido socialmente respecto a las personas negras que han resultado marginadas. La más célebre quizá, Toni Morrison, se hizo acreedora al premio Nobel de literatura. Ahondaré en el racismo estadounidense para fundamentar la hipótesis de la falta de conciencia en la igualdad cuando fue abolida la esclavitud.

El hilo conductor será la literatura, que representa una fuente poderosa de educación, protesta, enseñanza y propuestas, ya que permite vislumbrar la posibilidad de un cambio en el ánimo de los individuos.

Los orígenes de la esclavitud en Estados Unidos

La visión de los colonos ingleses de un Nuevo Mundo no contempló en sus inicios un sistema económico que dependiera del trabajo forzado. En The Origins of American Slavery: Freedom and Bondage in the English Colonies, la historiadora Betty Wood hace un análisis profundo y sucinto de las condiciones que llevaron a la adopción de la esclavitud en Estados Unidos. Wood sostiene que los ingleses no comenzaron su colonización de América del Norte con la intención abierta de esclavizar a nadie en el siglo XVI y principios del XVII, sino que la institución de la esclavitud estadounidense fue el resultado de un conjunto de circunstancias muy complicadas que involucran la economía, religión e imperativos sociales y étnicos. Para apoyar su tesis, Wood analiza a los esclavos en América a través de tres fases que incluyen la esclavitud en el Caribe, la esclavitud en las colonias de Chesapeake y la esclavitud en las colonias puritanas y cuáqueras. Señala que la justificación de los colonos ingleses para el uso de esclavos se basaba en aspectos de la ideología contemporánea: la pérdida de los derechos personales de un combatiente cuando es capturado y su esclavitud resultante, el uso generalizado de sirvientes contratados y una visión de los no cristianos como extraños o forasteros. Wood opina que los africanos occidentales aparecieron simultáneamente como metáforas vivientes de la «negritud», equiparada por muchos miembros de la sociedad europea con el pecado, y como la personificación del mito camítico, que sostenía que los africanos descendían del hijo maldito de Noé, Cam, un hombre destinado a engendrar un grupo de sirvientes presumiblemente marcados por su coloración oscura.

Este último punto es relevante y lo trataré a continuación. Si bien la necesidad de mano de obra adicional a bajo costo era cada vez más importante para el crecimiento de una nueva nación, resulta difícil encontrarla como justificación para el maltrato del que era objeto un negro. Aun así, esto pudo haber sido el referente que marcó a una raza y que la llevó a ser víctima de la cosificación y del agravio.

La maldición de Cam: la metáfora de la negrura

Numerosos estudios y posturas se han derivado de la maldición de Cam, descrita en el Génesis de la Biblia, como un intento de justificar la imposición de la esclavitud, así como la discriminación racial, y todo ello en el marco del cristianismo alrededor del que giraba la vida europea en los siglos XVI y XVII. La idea fue analizada por personajes como Robert Boyle, científico y teólogo del sigo XVII, quien refutó la noción de que la negrura fuera causada por la maldición de Cam, y así lo plantea en su obra Experiments and Considerations Touching Colors (1664), donde sostiene que se trata de una mala interpretación del Génesis:

Embriaguez de Noé

Y los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet; y Cam es el padre de Canaán. Estos tres son los hijos de Noé, y de ellos fue llena toda la tierra. Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña; y bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda. Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera. Entonces Sem y Jafet tomaron la ropa, y la pusieron sobre sus propios hombros, y andando hacia atrás, cubrieron la desnudez de su padre, teniendo vueltos sus rostros, y así no vieron la desnudez de su padre. Y despertó Noé de su embriaguez, y supo lo que le había hecho su hijo más joven, y dijo: Maldito sea Canaán; siervo de siervos será para sus hermanos. Dijo más: Bendito por Jehová mi Dios sea Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca Dios a Jafet, y habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán su siervo. Y vivió Noé después del diluvio trescientos cincuenta años. Y fueron todos los días de Noé novecientos cincuenta años; y murió.[1]

De gran utilidad resultó para Boyle la expresión «siervo de siervos», pues no se refiere a ningún color de piel. A fin de cuentas, eran hermanos, hijos los tres de Noé, quien además maldice a Canaán y no a Cam. En la actualidad debería parecernos absurdo; sin embargo, en el contexto de la Europa cristiana, dicho fragmento bíblico se convirtió en la justificación oportunista para convertir a Canaán en Cam, oscurecerle la piel y volverlo negro, con objeto de que sus descendientes fueran los africanos cuyo destino sería servir.

Otros estudios han encontrado que la maldición de Cam pudo haber sido ideada para defender los intereses ideológicos y económicos de Europa, y aquellos que traficaban con esclavos encontraron en ella la apología ideal para la explotación de la mano de obra africana. Aun cuando no existe relación entre la negrura y la maldición, puede suponerse que un mito se vuelve conveniente y da ventaja a aquellos que someten y conquistan. En este sentido, aunque no haya mención al color de piel ni a la maldición contra Cam, el fragmento se utilizó para crear la idea de una sola raza humana. La gente fue convencida de que los tres hijos de Noé representaban tres grupos de seres humanos y una jerarquía con destinos diferentes. Afirmaron que los europeos blancos eran descendientes de Japhet, quien fue profetizado por Noé para cultivar la civilización y los poderes del intelecto, mientras que los africanos —descendientes del maldito Cam— estaban destinados a servir y a ser poseídos como esclavos para tales fines.

La defensa de los intereses económicos

La importancia del mito establece la diferencia, pero también es necesario establecer el beneficio que se obtiene. En el estudio «Who Benefits from Racism? The Distribution among Whites of Gains and Losses from Racial Inequality», publicado por la Universidad de Wisconsin, Michael Reich afirma que la mayoría de las investigaciones neoclásicas argumentan que la discriminación racial perjudica a los empleadores y beneficia a los trabajadores blancos; sin embargo, estas hipótesis distributivas no han sido del todo probadas. El artículo argumenta que la inequidad racial exacerba el antagonismo racial, lo que provoca divisiones entre trabajadores blancos y negros. Los trabajadores blancos desarrollan actitudes y sentimientos racistas que dificultan en gran medida la alianza con los trabajadores negros, que les permita identificar sus propios intereses ante el capitalismo. Cuanto mayor sea la brecha racial en los salarios, mucho más profunda será la división de las fuerzas laborales. Lo anterior debilita su propio poder de negociación salarial y de beneficios. De esta manera, los trabajadores blancos también pierden y la brecha entre los inversionistas y sus trabajadores sigue aumentando, beneficiando siempre a los capitalistas.

Este tipo de estudios suelen estar muy alejados del común de la población y difícilmente pueden comprobarse cuando hay tantos intereses creados por agrupaciones con poder económico y seguramente político; de ahí que el camino más adecuado que posibilitaría la denuncia sea la literatura.

La narrativa de esclavos como género literario

Un pasaje bíblico interpretado por estudiosos fácilmente podía arraigarse en el pensamiento de los individuos y perpetuar una idea para lograr sus propios beneficios. Con el paso del tiempo, se borra aquello que pudo haber sido originado de un conflicto y las nuevas generaciones emulan lo que se ha hecho en el pasado sin cuestionarlo, sobre todo aquellos que se benefician; en consecuencia, corresponde a los sometidos, a los que padecen, sublevarse e impugnar las creencias o las costumbres que imponen una condición contraria a sus semejantes.

Estos cuestionamientos y denuncia colectiva dieron origen a diversas narrativas de esclavos. Se trata propiamente de los relatos de las vidas, o de una parte importante de ellas, de fugitivos o exesclavos, escritos o narrados oralmente por ellos. Las narraciones de esclavos comprenden una de las tradiciones más influyentes en la literatura estadounidense, cuya forma y temas adquirieron gran fama y propiciaron controversia, tanto en obras de ficción como autobiográficas. Desde 1760 hasta el final de la Guerra Civil en los Estados Unidos, aparecieron aproximadamente 100 autobiografías de esta naturaleza.

Con el surgimiento del movimiento abolicionista a principios del siglo XIX, creció mucho el interés por los relatos contundentes de testigos que hubieran vivido o presenciado la esclavitud en los Estados Unidos. En respuesta, las narrativas de Frederick Douglass (1845), William Wells Brown (1847), Henry Bibb (1849), Sojourner Truth (1850), Solomon Northup (1853) y William y Ellen Craft (1860) alcanzaron miles de lectores en Inglaterra y Norteamérica.

Tras la abolición de la esclavitud en 1865, al menos 50 exesclavos escribieron o dictaron relatos de sus vidas en forma de libros. Años más adelante, durante la Gran Depresión de la década de 1930, el Proyecto de Escritores Federales de la WPA[2] recopiló historias personales orales de 2500 exesclavos, cuyos testimonios llegaron a ocupar 40 volúmenes.

Por lo general, la narrativa del esclavo estadounidense se centra en la esclavitud del narrador en el sur y en su paso a la libertad en el norte. La esclavitud está documentada como una condición de privación extrema, que requiere una resistencia cada vez más enérgica. Después de una huida angustiosa y llena de suspenso, el logro de la libertad por parte del esclavo se señala no simplemente al llegar a los «estados libres» del norte, sino al adoptar un nuevo nombre y dedicarse al activismo contra la esclavitud. The Narrative of the Life of Frederick Douglass, An American Slave, Written by Himself (1845), a menudo considerado el epítome de la narrativa del esclavo, vincula la búsqueda de la libertad con la búsqueda de la alfabetización, creando así un ideal duradero del héroe afroaestadounidense comprometido con la libertad intelectual y física.

El género continuó su desarrollo al grado de que una de las obras más vendidas de finales del siglo XIX y principios del XX fue Up from Slavery (1901) de Booker T. Washington, una clásica historia de éxito estadounidense que exaltaba el progreso afroamericano y la cooperación interracial desde el fin de la esclavitud en 1865. Ya en el siglo XX, autobiografías como Black Boy (1945), de Richard Wright, y The Autobiography of Malcolm X (1965), así como novelas famosas como The Confessions of Nat Turner (1967), de William Styron; The Autobiography of Miss Jane Pittman (1971), de Ernest J. Gaines, y Beloved (1987), de Toni Morrison, son obras en que la narrativa se ha transformado en crítica contra la opresión.

Frederick Douglass: An American Slave, Written by Himself

Como ya se mencionó, el relato de un esclavo se centra por lo general en su camino hacia la libertad. Con imágenes poderosas, el uso de la ironía y gran elocuencia, los escritos perseguían crear en la conciencia del lector lo execrable de la esclavitud. Frederick Douglass nos cuenta su historia desde su nacimiento hasta lograr finalmente escapar del sometimiento y denuesto. Fue un hombre que a partir de su libertad daría inicio a una urgente batalla a favor del abolicionismo a través de discursos y escritos.

Nació como esclavo en Maryland y recuerda el nombre que su madre le puso: Frederick Augustus Washington Bailey. Mientras que los niños blancos que conocía podían decir sus edades, a los esclavos se les privaba de toda información sobre su edad o nacimiento, y estaba prohibido que preguntaran acerca de ello. El maltrato se iniciaba desde muy temprana edad, pues los niños eran separados de sus madres, enviados con ancianas para ser cuidados y expuestos a desgarradoras condiciones infrahumanas: la ropa y la comida eran insuficientes, la vivienda era compartida y dormían en el suelo con tan solo una manta, las inclemencias del tiempo y las jornadas laborales extenuantes. Todo eso, pese a lo sórdido y lamentable, no se compara con la bestialidad con que eran tratados. Douglass, nombre que adoptó tras lograr su libertad, tuvo la fortuna de haber aprendido a leer y escribir, aun cuando, tras descubrir su amo que era instruido, le impidiera continuar con su aprendizaje pues, según lo oyó decir, las letras no la darían ningún valor, sino que lo dañarían. Esas palabras quedaron grabadas en él y le permitieron vislumbrar el poder del hombre blanco para esclavizar al negro.

Estas palabras penetraron profundamente en mi corazón, despertaron sentimientos interiores que yacían dormidos y convocaron a la existencia una vía de pensamiento completamente nueva. Era una revelación nueva y especial, que explicaba cosas oscuras y misteriosas, con las que se había debatido, aunque sin resultado, mi inteligencia juvenil. Comprendí entonces lo que había sido para mí un problema absolutamente desconcertante, a saber: el poder del blanco para esclavizar al negro.[3]

¿Qué diferenció a este hombre si su vida fue igual a la de los demás esclavos? Creo que el conocimiento de las letras. Fueron las letras las que lo llevaron a levantar la voz y volverse una causa en vez de una víctima. El hombre perseguido y azotado se convirtió en un ejemplo para muchos; en una fuerza para impulsar la cruzada abolicionista. Incluso cuando dudaban de que un esclavo pudiera escribir así, hoy es un referente de todas esas atrocidades.

En 1838, Douglass, disfrazado de marinero, consiguió su libertad en Nueva York. Cambió su realidad y, aun cuando padeció las peores vejaciones y un sufrimiento inimaginable para cualquiera de nosotros, vivió con el fin de contar algo que no deberíamos olvidar, y promovió la libertad de quienes seguían padeciendo —como él— la esclavitud.

Las vidas negras importan

Si bien al inicio de este texto me referí a una historia de nuestra época, cuando las condiciones han cambiado, es decir, cuando la esclavitud ha sido abolida hace más de siglo y medio, no dejamos de atestiguar que la marginación persiste, de ahí que exista una estrecha relación entre la esclavitud y el racismo, definido este último por la Real Academia Española como «la exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive». En esta definición encaja la historia de George Floyd, la persecución de un hombre por su color de piel.

Hemos dicho que con el paso del tiempo la narrativa sobre la esclavitud se transformó en una forma de crítica, en literatura antirracista, a la que se sumaron ensayos, poesía y novela, entre otros géneros literarios que dan continuidad a la que iniciaron exponentes como Emerson, Thoreau y Douglass. Hoy existe, por ejemplo, una narrativa contemporánea cuyo género podría no tener este momento un calificativo para designarlo, pero cuyo contenido es el racismo latente. Tal es el caso de The Bluest Eye, de Toni Morrison.

A partir de la muerte de Floyd, los movimientos contra la violencia racial sumaron cada vez más y más adeptos. Muchos de ellos lo han hecho mediante la literatura, con una narrativa que expone la marginación, y donde el uso del lenguaje permite crear un cambio en las personas a través de la reflexión.

En cuanto a la poesía, se busca transformar circunstancias dolorosas y trágicas en imágenes que conmuevan y provoquen introspección. Quizá traza un camino hacia la educación y la toma de conciencia de lo que la abolición de la esclavitud contemplaba. Algunos exponentes de este género son Maya Angelou, quien ha sido una gran embajadora de resiliencia y de no ser víctima de sus propias circunstancias. Otros, como Elizabeth Alexander, por medio de la poesía expone los diversos temas que involucra el racismo: muerte y opresión. Exhibe los nombres de las víctimas, sus edades, la crueldad policiaca, los insultos que reciben, entre otros muchos ejemplos de segregación. Alexander llama a las víctimas la Generación Trayvon[4], ejemplos de indignación y de esfuerzo que a través de la literatura se hacen presentes con la intención de perseguir un cambio en el pensamiento de la humanidad. En tal sentido, organizaciones civiles se suman a dicha causa, aunque tristemente vemos que los eventos violentos y discriminatorios siguen presentándose.

Conclusiones

Es posible reconocer que la narrativa sobre la esclavitud ha sido un elemento imprescindible en el movimiento abolicionista. Sumado a los esfuerzos de muchos novelistas, poetas y ensayistas aún queda mucho por hacer. No basta que estos autores sean reconocidos o premiados. Es necesario que las palabras se conviertan en acciones contundentes. Cuanto más leía e investigaba para este escrito, más muertes encontraba en la poesía, en los periódicos, en los ensayos, en los libros en general.

Gracias al poder de la literatura podemos manifestar injusticias y postular principios que incluyan, dignifiquen y cohesionen un mundo divergente por el color de la piel. Tal es mi compromiso. Conocer la narrativa estadounidense sobre esclavos me hizo darme cuenta —una vez más— de que la única forma posible para lograr un cambio radical en nuestra sociedad es el conocimiento. La instrucción es el principio. Cuanta más información tengamos, más posibilidades tendremos de corregir los pasos, de cambiar el rumbo con un fin común: prevalecer como género humano y no como razas.

Sin embargo, en respuesta a la hipótesis planteada con los antecedentes mencionados, es posible considerar que sigan existiendo grupos con intereses creados que se benefician de los muchos tipos de discriminación. En este caso particular, en que resulta clara la relación entre esclavitud y racismo, hay grupos específicos que se valieron de un mito para establecer diferencias entre aquellos que están para servir y los que están para mandar. Hoy el trabajo es remunerado y las personas no pueden ser compradas; no obstante, la segregación que tantos esfuerzos, levantamientos y protestas no han podido eliminar, ni siquiera disminuir, pueden en gran parte tener como trasfondo un asunto económico.

Divide et impera pudiera ser la raíz de que siga existiendo la discriminación con la que perdemos la mayoría, mientras una minoría con fines capitalistas y económicos se beneficia; gana, se mantiene en el poder a través de la ruptura, debilitando así a la sociedad e impidiéndole la cohesión que podría terminar con la economía como hoy la conocemos. Los grupos pequeños se mantienen aislados y se valen de las diferencias fenotípicas y antropométricas para perseguir y alcanzar sus fines capitalistas. ¿No es así como pasa igual con otros grupos discriminados en el ámbito laboral? Por citar un ejemplo: las mujeres.

Este análisis es mi propia aportación respecto a la indignación que provoca que esto siga sucediendo. Cualquier tipo de discriminación debe ser eliminada. Promover la igualdad y la inclusión debe estar implícito en nuestras acciones, en nuestro diálogo, en nuestra cotidianeidad. Sería importante empezar a identificar quién o quiénes se benefician de estas divisiones y el porqué, sin dejar de manifestar, a través de la palabra y las letras, nuestra indignación a todo aquello que subyuga.

 

Fuentes

https://www.nytimes.com/article/george-floyd-protests-timeline.html

https://www.archives.gov/historical-docs/13th-amendment#:~:text=Passed%20by%20Congress%20on%20January,within%20the%20United%20States%2C%20or

Wood, Betty,  The Origins of American Slavery: Freedom and Bondage in the English Colonies (1997). Hill and Wang.

La maldición de Cam https://www.biblia.es/biblia-buscar-libros-1.php?libro=genesis&capitulo=9&version=rv60

https://www.britannica.com/art/slave-narrative

https://www.loc.gov/collections/federal-writers-project/about-this-collection/

https://www.newyorker.com/magazine/2020/06/22/the-trayvon-generation

Race-Thinking. Ebook

Douglass, Federick, Vida de un esclavo americano, escrita por él mismo. 1995 ALBA Traducción J.M. Álvarez Flores

Reich, M. (1978). Who Benefits from Racism? The Distribution among Whites of Gains and Losses from Racial Inequality. The Journal of Human Resources, 13(4), 524-544. doi:10.2307/145261

[1] Reina Valera 1960

[2] Work Projects Administration

[3] These words sank deep into my heart, stirred up sentiments within that lay slumbering, and called into existence an entirely new train of thought. It was a new and special revelation, explaining dark and mysterious things, with which my youthful understanding had struggled, but struggled in vain. I now understood what had been to me a most perplexing difficulty—to wit, the white man’s power to enslave the black man. tr. de J.M. Álvarez Flórez

[4] El 26 de febrero de 2012, Trayvon Martin, un adolescente afroamericano que caminaba a casa, fue asesinado a tiros por George Zimmerman, quien luego afirmó haber disparado al joven de 17 años desarmado en defensa propia durante un altercado físico. Después de que la policía inicialmente optara por no arrestar a Zimmerman, el caso desató protestas y encendió debates nacionales sobre el perfil racial y las leyes de defensa personal. Posteriormente, Zimmerman fue acusado de asesinato en segundo grado; luego de un juicio de alto perfil que cautivó a Estados Unidos, fue absuelto de los cargos en su contra.