Lucía Álvarez

¿Por qué hablar de Strawinsky o Stravinsky, como él mismo lo escribirá a partir de su llegada a Nueva York? Van algunos datos de «cajón».

Su nombre completo fue Igor Fiódorovich Strawinsky. Nació el 17 de junio de 1882 en Oranienbaum, a 17 millas de San Petersburgo, y murió en Nueva York el 6 de abril de 1971. En este año lo recordamos a 50 años de su muerte.

¿Qué debemos saber de él? Su profesión, músico; buen pianista y director de orquesta, sobre todo gran compositor, mejor dicho, creador musical, porque no componía nada: él creaba música nueva, original y auténtica. En alguna ocasión se le señaló como un «músico revolucionario», a lo que él contestó: «Me confieso, pues, completamente insensible al prestigio de la revolución. […] la revolución es una cosa y la novedad es otra».[1]

Escribió su primera obra a los 16 años, una Tarantella para piano, y la última, a los 75, dos bocetos para una sonata para piano: sesenta años de trabajo constante; en total casi 120 obras con diferentes instrumentaciones. Su música perturbó al público debido a que se presentaba una idea novedosa que logró conmover al mundo melómano hasta nuestros días. La música que el auditorio escuchó cuando se estrenó La consagración de la primavera era primitiva y salvaje. Sin embargo, Stravinsky no fue un folklorista; sus temas no son de origen folklórico, aunque sí fue un creador nacionalista que imita las canciones folklóricas.

Se caracteriza por una instrumentación que nos recuerda el estilo barroco, con planos o bloques alternados; es decir, a veces intervienen muchos instrumentos simultáneos, y en otras ocasiones están solos. Por tal razón, su orquesta es de solistas. Sus temas musicales son cortos y recurrentes, y sus medidas o compases, irregulares. Le gustaba romper con el tradicionalismo y usaba medidas de 5/4 y 7/4 en lugar de los usuales 3/4 y 4/4.

Con frecuencia utiliza una célula rítmica breve en la que se desplaza la acentuación de tiempo a tiempo; es como una palabra en que se transporta el acento de sílaba a sílaba. Esto ocasiona una ruptura con la simetría del ritmo, lo que constituye uno de los rasgos fundamentales de su obra. Además, en la relación melódica aplica una disonancia polifónica.

Gran conocedor e intérprete del piano, lo usó como lo que es en realidad: un instrumento de percusión, y lo dotó del «placer del ritmo» componiendo para él danzas como el rag-time, el tango y valses, además de sonatas, estudios y conciertos.

Según Pierre Boulez en Puntos de referencia[2], «la música de Stravinsky oscila entre la violencia y la ironía —los dos rostros de la simplificación—. Tanto la violencia como la ironía reducen el objeto musical del mismo modo categórico» (El pájaro de fuego). En esa época se deambulaba entre la simplificación y la sobreoferta. Debido a la característica de la música de Stravinsky, lo situaríamos dentro de la simplificación. Su música es excitante y sarcástica, y llega a emplear incluso la parodia. No es extraño que el día del estreno de La consagración de la primavera, el 29 de mayo de 1913 en el Théâtre des Champs-Élysées, en París, hubo un escándalo. Durante el segundo acto, el público se violentó de tal manera que tuvo que intervenir la policía para controlar el orden y se dice que alrededor de 40 personas tuvieron que ser desalojadas del teatro.

«Stravinsky busca una regla para forjar un estilo. No es un músico tradicionalista es un rebelde. No asume una herencia, la aniquila».[3]

Los ballets y la música de escena

Entre 1909 y 1929, en París, la compañía del ballet ruso se encontraba en su apogeo gracias a la exitosa dirección del empresario Sergei Daghilev, para quien Stravinsky escribió la música de su primera y célebre época: El pájaro de fuego, Petruchka, La consagración de la primavera y Las Bodas. En esta agrupación bailaban figuras como Anna Pávlova, Tamara Karsávina, y como figura central, el legendario bailarín Vaslav Nijinsky. Las escenografías estaban a cargo de Pablo Picasso, Henri Matisse, Georges Braque, Giorgio de Chirico y Joan Miró, entre muchos otros artistas. Estos célebres trabajos se pagaron generosamente a Stravinsky.

En sus ballets —escribió catorce—, se introdujo la danza contemporánea. Asimismo, escribió nueve obras para ensambles menores a los que se denominó «música de escena», como La historia de un soldado, obra para ser «leída, tocada y bailada» —según lo dijo el mismo Stravinsky—, en la que se introducen danzas como el tango, el vals y el ragtime, y en el quinto movimiento, El baile del diablo.

 

Stravinsky en México

En 1930, Carlos Chávez realizó un programa completamente dedicado a Stravinsky con la Orquesta Sinfónica de México. En 1934 se inauguró el Palacio de las Bellas Artes. El insigne pianista Claudio Arrau llegó a la Ciudad de México para tocar el Concierto para Piano de este compositor, con la misma orquesta. Gracias a mi querido amigo y gran melómano Theo Hernández, logré conseguir el dato que ya me había cansado de buscar. Así estuve al tanto de que en esa ocasión el director de la sinfónica fue Ernest Ansermet.[4]

Unos años después, en 1940, Carlos Chávez consigue traer a Stravinsky a México para dirigir cuatro conciertos con la OSM. Vicente T. Mendoza escribió al respecto: «La enorme ventaja que esto ha proporcionado a nuestros músicos es el estímulo que la verdadera obra de arte hace nacer en los individuos musicalmente dotados y que este entusiasmo se traduzca en obras tangibles que, no obstante las influencias señaladas, forman ya parte de un acervo musical nuestro que camina a pasos agigantados por un sendero amplio y recto que nos conducirá seguramente a la cima de nuestras aspiraciones, que son cristalizar de una manera definitiva un arte mexicano». [5]

 

Las tres etapas

En el lapso de vida de todo individuo, podemos diferenciar tres etapas, sin importar el número de años vividos. Podemos dividir estos periodos en juventud, madurez y etapa adulta. Stravinsky no es la excepción y en él están bastante definidas. De tal manera, encontramos:

a) El llamado periodo ruso, definido por la gran fuerza de sus obras y su dinamismo. Entre estas obras se encuentran El pájaro de fuego, donde usa a cuerda en registros muy graves (1910), Petruchka, inspirado en la mitología rusa (1911), La consagración de la primavera, obra politonal que describe la Rusia pagana (1913), la música para escena Historia de un soldado (1918) y Las bodas, para cuatro pianos, voces y percusiones (1923).

b) El periodo neoclásico (la madurez), en el que súbitamente su estilo cambió de tajo. En lugar de seguir el camino que había emprendido, inicia otro donde decide recuperar las formas clásicas de la música del pasado; abandona las disonancias y las orquestaciones imponentes. En este periodo encontramos La sinfonía de los salmos (1930), la música de escena Edipo Rey (1927), la sinfonía en tres movimientos (1945) y la ópera La carrera del libertino (1951). Con estas últimas obras concluye esta fase.

c) El periodo dodecafónico. Una vez más, Stravinsky nos sorprende cuando abandona el estilo anterior para incursionar en el sistema dodecafónico introducido por su adversario Arnold Schoenberg. Espera a que este último muera y escribe con dicho método, dándose ciertas libertades, obras de carácter religioso. Llama la atención el Canticum sacrum (1955), escrito para la catedral de San Marcos en Venecia, con textos del Evangelio según San Mateo, la Epístola de San Juan y el libro de los Salmos. Es una obra coral para tenor, barítono y coro. Aunque no fue muy bien recibida, es muy bella. El dodecafonismo empleado es libre. En este periodo, también escribió un septeto (1953), In memoriam Dylan Thomas (1954), una cantata sobre canciones anónimas rusas (1953) e incluso una Elegía (1964) dedicada a J. F. Kennedy.

Aunque rompió con el concepto tradicional de forma, fue un creador lleno de misticismo. Él mismo nos dice: «Nací fuera de mi debido tiempo en el sentido de que, por temperamento y talento, hubiera sido más adecuado para llevar la vida de un pequeño Bach, vivir en el anonimato y componer con asiduidad para un servicio establecido y para Dios».[6]

En París hay un rincón singular, cerca del IRCAM (Institut de Recherche et Coordination Acoustique/Musique), fundado por Pierre Boulez, llamado «La Plaza Igor Stravinsky», situada cerca de la iglesia de Saint-Merri, donde encontramos «La fuente Stravinsky» o «Fuente de los autómatas». Estas 16 esculturas realizan continuos movimientos y están inspiradas en la obra del compositor. El pájaro de fuego es la clave de sol; están La muerte, El sombrero del payaso, El amor (los labios) y El elefante, entre otras. La plaza se encuentra rodeada por atrayentes cafeterías.

Stravinsky posee una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, en Hollywood Boulevard 6340.

 

Lecturas recomendadas

Strawinsky, Igor, Poética musical, Buenos Aires, Emecé Editores, S.A., 1946

Stravinsky, Igor y Robert Craft, Memorias y comentarios, Barcelona, Acantilado, 2013

 

Obras musicales recomendadas

Todas

 

[1] Strawinsky, Igor, Poética Musica, Buenos Aires, Emecé Editores, S.A., 1946, p. 34

[2] BOULEZ, Pierre, Puntos de referencia, Barcelona, Gedisa, 1984, pp. 278-279.

[3] Ibidem, p. 283.

[4] 50 años de música en el Palacio de Bellas Artes, México, sep-bellas artes, 1934

[5] Mendoza, Vicente T. (2012), Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, México, UNAM, Volumen II, número 6, 1940, p. 59

[6] Crofton, Ian y Donald Fraser, La Música en citas, diccionario de citas de la música y los músicos, Barcelona, Ediciones Robinbook, 2001, p. 285