Estrella Asse

 

What you seek is seeking you.

Rumi

 

Cuando tuve en las manos el libro Agua del alba, supe que se trataba de un encuentro afortunado. Conforme veía la combinación de tonalidades en la portada, saltaba a la vista la hoja de maple café que de inmediato asocié con el otoño. Un periodo de transición caótica que moviliza la naturaleza, que libera la tensión cuando las nubes descargan la tormenta y el paisaje vuelve a respirar en estado de quietud. Similar a ese movimiento, que es germen de un nuevo orden, encontraba analogías con el quehacer del poeta que resiste con paciencia la realidad confusa, y la absorbe mediante el equilibro que materializa en la proporción de sus versos.

En Agua del alba, Oskar Santoscoy los conjuga en la expresión que nace de la contemplación; abre brechas a los deseos secretos, a los pensamientos ocultos, a sendas recónditas que explora en el sosiego de la conciencia. Elige un título que convierte la naturaleza en fuerza dinámica, en potencia activa. El fluir del agua supera la detención, rellena todos los sitios huecos del camino hasta encontrar los primeros destellos que iluminan el día.

 

En el reflejo de la claridad, el poeta nos dice:

 

Miro la mariposa,

alma que surca los vientos,

aleteo de todo lo que ha muerto.

 

Pétalos de rosa

aparecen y desaparecen en el universo,

vuelan como un corazón que palpita sin cuerpo».

 

El poema es preámbulo que encamina nuestra travesía, metáfora que dimensiona el espacio en una sucesión de instantes volátiles. Asistimos a la transformación del aleteo continuo que permanece como eco del latido que alarga el silencio: La vida transcurre en el tiempo desventurado de los adioses, se inscribe en la piel de la mujer que añora. Es búsqueda por alcanzar con los brazos en alto la divinidad que evoca, explorar el misterio que enlaza, simultáneamente, lo efímero y lo perenne.

Entre paisajes cambiantes, por vertientes desconocidas, los ojos se mueven entre poema y poema, por el andamio que sostiene la estrategia de su propia construcción. Las palabras brotan dando consistencia al lenguaje, se tiñe de imágenes que prueban ser incapaces de existir independientes de su forma.

El tiempo real que plasma la escritura es paralelo al significado que lo figura en el momento que deja de ser. El cambio propicia la relación del presente con el pasado, es ya memoria que nos induce a reflexionarla a través de la mirada del poeta:

 

Miro la vida

en el agua que mece el valle,

en las islas blancas que vuelan de infinitas formas,

en el canto del estanque,

en la risa interna que destella a oscuras,

en el peregrinar de mi vida,

en los abrazos del viento,

en las caricias del mar a la tierra.

 

Miro la vida

cuando navego y el puerto se desvanece

con el arribo del barco al muelle,

con la misma soledad que la luna,

en lo profundo del ser al cerrar mis ojos.

 

El enlace de los elementos vitales es espejo de la fusión cósmica que Oskar traslada a los sucesos cotidianos. Le proporciona a sus lectores la lente que magnifica 14 poemas dentro de un universo compacto; como si fueran versos aislados que juntos formaran un soneto de novedoso ensamble. No obstante, enfrentarse con la poesía es entender que la libertad creadora rebasa los límites estrechos de los géneros; dispone de sus propias reglas sin pasar por alto la congruencia que busca el acomodo de las palabras precisas, el trabajo arduo de modificar la estricta linealidad del lenguaje en vías comunicantes de sentidos. Apoyado en versos libres, Oskar no desatiende el ritmo que los acompasa. Bien decía Ezra Pound que todo poeta debe buscar el que corresponde a la emoción que quiere expresar.

Coleman Barks, estudioso incansable y traductor de la poesía de Rumi, subraya que del poeta persa emana música verbal en cada uno de sus versos; pero que, secretamente, busca abrir corazones y, junto con sus seguidores, explorar el misterio de la unión con lo divino.

La actitud meditativa que cubre la poesía de Oskar roza esferas místicas que en la espiral de su camino deja sólo entrever la cúspide de su andar. Reserva para sí los enigmas que todo arte guarda sin perseguir lógicas estrictas, respuestas objetivas o verdades absolutas.

Cada lector tendrá que formar su propio itinerario, recorrer el catálogo de distintas impresiones que el poeta ha plasmado, descubrir el acontecer siempre impredecible que despierta la palabra hecha de fibras íntimas. Al final, la riqueza de los hallazgos será génesis luminosa; ahí donde Oskar nos habla de la metamorfosis eterna que regocija el alma.