Celic Rosas
No solo es el verde que cuelga
de aquel próximo o lejano horizonte;
ni el nuevo camino, calle o
esquina en la que te detuviste
un primer día de una rutina
anunciada;
ni tampoco el siempre faro
azul que te acompaña
en la simultaneidad de
este mientras tanto
en un país ajeno.
Es el verde, el aire y la espuma
que se cuela en los oídos;
es la ventana, ese mundo del otro lado
y el sonido de su silencio;
la respiración de aquellas otras
casas;
los ojos entreabiertos de su noche;
las líneas transitadas de aquel otro rostro,
de aquel otro lugar en el que
el verbo estar
se conjugará en pasado.
Su voz encapsulada
en la suma de mañanas y tardes,
y el adverbio acá.
Aquel murmullo,
aquella bola de cristal
que envuelve tus días
y te separa en espacio y tiempo
en un lejano aquí y ahora.
Un hogar transitorio, eventual,
de paso.
Una hogar que guardas
en un cajón al fondo de tus pupilas,
y que, de vez en cuando, abrirás
para escucharlo de nuevo.