A continuación, en este nuevo rescate hemerográfico, Filopalabra transcribe una de las últimas entrevistas con el pintor Diego Rivera (1886-1957). Con el título original de «Una charla con Diego Rivera», este diálogo fue publicado en el número 6, año II de Nosotros, el periódico de los alumnos (del Colegio Madrid A.C.) en febrero de 1957, unos ocho meses antes de la muerte del reconocido artista mexicano.
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La cita era a las 12 en punto, y a esa hora llegamos a la casa de Diego Rivera. Esperábamos que fuera una lujosa mansión y resultó una casa bastante rara, sin más adornos que unos cactus agonizantes. Después de una infructuosa búsqueda del timbre, llamamos con la mano. Nos abrieron y pregunté por la secretaria, señorita Proenza. Esta apareció por una ventana y nos invitó a pasar. Subimos por una estrecha escalera que desemboca en el estudio. En medio de la habitación, se encontraba Diego pintando un enorme cuadro. Nos recibió con una amabilidad sorprendente y nos dijo que tomáramos asiento, pero los nervios nos obligaron a permanecer de pie.
Formulé la primera pregunta con la voz entrecortada. Diego respondió rápidamente y sin vacilar mientras Rosamaría tomaba apuntes:
¿En qué país encuentra la pintura su mayor grado de desarrollo?
La pintura es un lenguaje humano y creer que pueda tener mayor grado de desarrollo indica poco conocimiento. Cada país tiene una forma de expresión de acuerdo con sus características históricas y nacionales. Tan solo una mente académica, es decir, rutinaria e idiota, puede mediar el desarrollo de la pintura por un cartabón.
¿Qué opina usted de Picasso?
Pienso de Picasso que, entre los pintores que viven actualmente en el mundo, es quien posee mayor don de genio y de influencia interna, especialmente en el mundo capitalista.
A medida que hablaba, nuestro nerviosismo se calmaba, y pudimos contemplar el estudio. Había «Judas» para todos los gustos, chicos, grandes y hasta enormes; sobre una mesita, un retrato de Frida Kahlo rodeado de idolillos y pinceles. En otra mesa, una botella vacía de refresco y una paleta. La indumentaria de Diego no podía ser más sencilla: saco de mezclilla, camisa blanca, corbata azul, pantalones color azul pálido y unos enormes zapatos con zipper. El teléfono interrumpió la charla. Volvió Diego al cabo de unos minutos y proseguimos.
¿Qué opina de la pintura mural en comparación con la de galería, y qué función social tienen?
Las dos tienen una función social muy diferente, pero en ambos casos útil. La pintura mural es más útil al usufructo colectivo, y la de caballete, en ciertos casos, al usufructo privado, pero mediante las colecciones públicas y la reproducción tanto en ejemplares sueltos como en volúmenes y, sobre todo, por medio de la cinematografía y la televisión, la pintura de galería, o sea la de caballete, adquiere una función pública. Aparte de esta función social, la pintura de caballete tiene la de un valor de cambio móvil semejante a la de una acción industrial o un valor financiero sujeto a altas y bajas según el incremento de la demanda en el mercado. Esto es tan claro que, aun la ley mexicana en su código correspondiente, asume la modificación de una obra de arte conservando la firma del autor como la alteración de un cheque, letra de cambio o documento semejante, y debe perseguirse de oficio, lo mismo que la falsificación de una firma sobre un cuadro, dibujo o escultura que no sea hecho por aquel a quien corresponda la firma con que se le autoriza falsamente.
Por lo demás, nadie debe extrañarse que a la obra de arte corresponda también la legislación y las leyes económicas que se relacionan con la mercancía, pues nadie podrá suponer que cuando compra un libro de poesías paga una cantidad por el papel y no por los poemas, o si paga el boleto de un concierto, compra el derecho de ocupar el asiento y dormirse eventualmente, o escuchar la música, es decir, compra la música.
En apoyo de esta verdad, asienta Carlos Marx, desde los primeros párrafos de su obra El Capital, crítica de la economía política, estas palabras: «Mercancía es todo aquellos que es útil a la vida del hombre. Nada importe que esta utilidad concierna al aparato digestivo o a la imaginación».
Y un economista inglés, en una de las ediciones de El Capital, hace esta acotación: «Son precisamente las mercancías que son útiles a la imaginación aquellas que resultan relativamente más caras».
Podemos, por ejemplo, pensar no sólo en la poesía, en la música, sino en las perlas, los diamantes y el amor mercenario. Por lo demás, la obra de arte no sólo es una mercancía cuya utilidad concierna únicamente a la imaginación. Su función primordial, ya use la forma y el color, el sonido y sus ritmos, o para obtener estos, la palabra en la imagen poética y sus asociaciones, en todo caso la función primordial y básica de la obra de arte es producir lo que llamamos emoción estética, que es una de las formas más intensas del placer. Por esta misma razón, excita las secreciones de determinadas glándulas de nuestro organismo; por ejemplo, la suprarrenal. Todo mundo sabe que sus descargas de adrenalina producen toda la escala de las emociones, y a su vez, la emoción estética la excita para esas descargas. Todas las secreciones glandulares a las que ayuda la sensación estética son útiles y a la vez necesarias a la vida humana, al mismo título y en el mismo plano (por cierto, el más importante para esa misma vida) que los fenómenos que permiten al organismo absorber lo necesario para su vida de las sustancias alimenticias que ingiere; por eso, la utilidad de la obra de arte llena toda la escala de las necesidades humanas, desde las de la imaginación hasta las del aparato digestivo. Es por esto por lo que, cuando pretendemos explorar el tiempo hacia los orígenes mismos de nuestra especie, el principal material de que podemos disponer son obras de arte o fragmentos de ellas, pues desde que, en los terrenos antiguos aparece la traza de la vida humana, al mismo tiempo aparece la de la obra de arte. Por esto, podemos asegurar que la función social del arte es inherente a toda asociación humana, desde la tribu a los imperios y las grandes federaciones de repúblicas. El arte es necesariamente permanente, cambiante de continuo e indestructible mientras exista sobre la tierra la vida humana.
El placer que proporciona el arte es el atractivo, el cebo o la trampa para atraer al ser humano y comunicarle, elevando su nivel sensitivo y cerebral, su contenido positivo y progresista o contagiarlo de su contenido negativo. La pintura o cualquier otra forma de las obras de arte puede ser elemento útil y potente para el progreso y el desarrollo humanos, y el justo usufructo del placer en sus formas más altas, o bien agente de perversión o medio de intoxicación, lo mismo para el individuo que para la sociedad de que forma parte.
Entre los pintores mexicanos ya fallecidos, ¿a quiénes considera como los más importantes?
A José María Velasco, José Guadalupe Posada, Orozco y Frida Kahlo.
¿Cuál es el porvenir de la pintura en México?
Este porvenir está determinado por el que pueda tener México mismo.
¿Qué impresión tiene usted de la juventud mexicana?
Tiene la suerte de tener pocos años y posibilidad de vivir mucho, cualidad que comparte con la juventud del resto del mundo.
Diciendo esto, hizo un ademán que nos hizo comprender que había terminado. Agradecimos su amabilidad y nos despedimos de él.
Un poco impresionados aún, bajamos las escaleras y nos encontramos repentinamente en la calle, satisfechos por haber conocido a un gran hombre.
Excelente rescate documental. Gracias