Juan Antonio Rosado Z.

El chileno José Donoso (1924-1996) sigue siendo uno de los más notables e intensos novelistas del continente. La utilización, por ejemplo, del monólogo interior indirecto, la fragmentación temporal, los diferentes registros del habla y puntos de vista, la plasticidad y sensorialidad de sus descripciones, así como el equilibrio de la narración con la prosa reflexiva, y otros muchos recursos a menudo olvidados en las novelitas «ligeras», hacen de las obras de Donoso un fenómeno universal que retrata la condición humana más allá de los santiagueños. La lucha de clases, las sicologías patéticas, la locura, las profundas contradicciones de nuestra cultura y civilización, la dicotomía (a veces dialéctica) entre razón e ideal, la división entre el mundo adulto y el mundo de la infancia, la dolorosa pérdida de la inocencia y la imposibilidad de movilidad social por parte de las clases bajas son algunos temas tratados por Donoso con pasión crítica y verosimilitud. Muy distintas, sin embargo, son El jardín de al lado y Donde van a morir los elefantes, donde reflexiona en torno del papel del escritor y del intelectual latinoamericano.

En Coronación (1957), su primera novela, se retratan situaciones, personajes y atmósferas que el autor desarrollará después, con mayor intensidad, en Este domingo, Casa de campo o —desde el punto de vista de cierto sector de la clase baja— en El lugar sin límites. El obsceno pájaro de la noche hurga en el sentimiento estético de lo grotesco y lo patético —aunado a la locura—, recursos que empezaron a cobrar forma y vida en Coronación, que ocupa un lugar indiscutible en el resto de las narraciones de este autor. A menudo, sin embargo, los lectores de esta primera obra encuentran sólo la tremenda brecha entre la clase alta y la baja, así como la decadencia moral y material de la primera y la imposibilidad de movilidad social por parte de la segunda. Los puentes que unen ambas clases, en Coronación, son las sirvientas Lourdes y Rosario. No obstante, me parece una lectura muy obvia, que no abarca ni la complejidad del mundo representado ni el tratamiento de los temas, ni mucho menos su original estructura. En este brevísimo comentario, para recordar una obra maestra, sólo me abocaré a algunos aspectos.

El crítico Cedomil Goic, al tratar el método indirecto en Coronación, habla de una «omnisciencia relativa». Si consideramos que la voz narrativa está en tercera persona y que las reflexiones, en particular, no las harían los personajes si éstos hablaran en primera persona, aunque sintieran las mismas emociones o pensaran en las mismas ideas, entonces podría hablarse de omnisciencia relativa, pues monólogos directos, como tales, no hay. Sin embargo —y creo que esto es lo principal en cuanto a la estructura—, el narrador no interfiere subjetivamente; se trata de lo que Anderson Imbert llama narrador-observador (más que «omnisciente»). En Coronación hay una pluralidad de perspectivas que corresponden a tantos personajes como los hay en la obra. En conjunto, se experimenta una sensación de objetividad, de verdadero mosaico de personajes, cada uno con su sicología, sus contradicciones, sus emociones, sus reflexiones, su lenguaje propio. El narrador casi no interpreta: cada personaje se refleja a través de la voz narrativa en tercera persona. Por consiguiente, la función del narrador es proporcionar el cambio de mirada, de punto de vista o perspectiva de un personaje a otro: de la nonagenaria Elisa, con sus delirios de grandeza, loca y vieja, quien conoce la verdad sobre todos e insiste en que merece ser coronada, hasta su nieto Andrés, ese patético adolescente prolongado de 54 años, que no puede crecer por hallarse estancado en la rutina y en la comodidad burguesa; se trata de un personaje incapaz —por su propio narcisismo— de acceder al amor, incapaz de asumir problemas o responsabilidades por sí mismo (necesita siempre el consejo de su amigo racionalista, el médico Carlos, y se deja influir todo el tiempo por su abuela). Esta es la decadente clase alta que nos presenta un narrador observador desde el punto de vista de los mismos personajes. Pero no hay omnisciencia relativa, sino una gran cantidad de monólogos indirectos (o estilo indirecto libre), lo que nos permite profundizar en cada personaje sin que éste tenga que recurrir al monólogo directo o a la introspección, lo que haría de la obra un conjunto de inverosimilitudes si consideramos que muchos personajes pertenecen a la clase baja.

En buena parte, Coronación es también una novela iniciática: la retrospección en que se nos narra el sufrimiento de Andrés en el colegio, el acoso escolar de que fue objeto, así como su transformación a causa del amor por la sirvienta Estela y su decepción actual al no poder seducirla ni llegar a ella, constituyen iniciaciones negativas. La segunda orillará a este fracasado personaje —a esta especie de «hombre del subsuelo» romántico, que choca contra la realidad y vive una vida impersonal— a optar por la locura como el único modo de vida auténtico. He ahí su romanticismo a ultranza, y en esto se contrapone con el racionalista Carlos. Se trata de dos visiones del mundo que chocan. Ahora bien, lo único que logra Andrés al final es relevar, sustituir a su abuela loca.

En cuanto a la clase baja, Donoso nos muestra la historia de Estela y su amor por Mario, un empleado de almacén y medio hermano de René. En este caso, podría considerarse la transformación radical de Estela, quien opta por iniciarse en la vía del orden, traicionando así a René. Lo relevante es que en Coronación se representan los fracasos de un sector de la clase baja por prosperar, así como una burguesía decadente, abúlica, que fundamenta su existencia en la simulación, en las apariencias. Se trata de una novela muy actual, si consideramos, por ejemplo, la depauperación que cada vez más se produce en el mundo: decadencia material, económica, que lleva con el tiempo —por las carencias que produce— a una decadencia productiva y, por tanto, espiritual y moral; a una descomposición de la que sociedades como las latinoamericanas participan cada vez más y de un modo más acelerado que otras. Lo mismo puede decirse de la imposibilidad de los sectores de clase baja por superarse en todos los sentidos. Coronación representa una realidad patética, enfermiza, pero no por ello menos real ni menos actual. Todo lo contrario. Su relectura, además, es una lección para cualquier narrador.


Este texto se publicó en el libro El engaño colorido y otros ensayos. Editorial Praxis, 330 págs. México, 2012. La versión que aquí se presenta ha sido corregida y ampliada por el autor.