Carlos Barbarito
A Juan Antonio Rosado
A una ausencia. Todo se reduce
a una nuez partida, a un tono
que vacila. Se hace la noche
en pleno día, el día
en plena noche. Ayuna
porque hay destino de desnudez;
come, se atraganta, porque hay,
desde siempre, demora, tardanza;
qué recoge en su palma
que no sea vida por otro usada,
desechada. Allí, ningún fruto,
lamento de animal enfermo;
hacia la resaca,
el hilo cortado,
la pérdida devenida en piedra,
un coro sometido a escarnio.
A un vacío. Débil,
pan de ciego,
tallo inclinado,
lo que muere y se lleva un secreto;
reniega de su edad, de su nombre,
atado a un vicio,
a los pedazos de un cristal quebrado,
puerta entornada: no se cierra del todo,
del todo no se abre.