Rossana Herrera Bours
En 1984 se estrenó en cines la película La venganza de los nerds (Revenge of the Nerds, de Jeff Kanew). La trama trata de Louis y Gilbert, quienes, justo al iniciar sus estudios en una prestigiosa universidad, son catalogados como “nerds” y deben rebelarse contra las humillaciones de los chicos populares y deportistas de la fraternidad Alfa Beta. Este par, junto con otros jóvenes nerds, se propone crear su propia hermandad, pero su petición es rechazada por el consejo universitario. La comunidad Lamda Lamda Lamda, integrada hasta ese momento de manera exclusiva por jóvenes negros, los invita a unirse. A partir de ahí, los nerds buscarán la forma de vengarse de los poderosos, ricos, atléticos y populares Alfa Beta.
Los intelectuales y socialmente torpes Louis y Gilbert son el estereotipo de lo que, por generaciones, se identificó en las escuelas como los cerebritos, sabihondos, matados, geeks, etc., o incluso adjetivos que significan los opuesto: ñoños, lerdos, desadaptados, incluso tarados. Esos niños y jóvenes que muchas veces, pero no siempre, eran malos en los deportes; que muchas veces, pero no siempre, se vestían mal y no tenían ningún interés por la moda ni el estilo; que muchas veces, pero no siempre, le preguntaban a la maestra si no iba a pedir la tarea de matemáticas; que muchas veces, pero no siempre, se molestaban si alguien intentaba copiar de su examen; que muchas veces, pero no siempre, se sentaban solos en una esquina a la hora del recreo; que muchas veces, pero no siempre, hablaban o se reían de una manera algo extraña.
No sé si es una observación solo mía, o ustedes también lo han notado, pero a partir de la década de los 90, la categoría de los nerds empezó a desdibujarse. Esas etiquetas despectivas que se referían a las personas con las características antes mencionadas han caído en un cierto desuso. Y, a partir de la década de los 90, el mundo también fue sorprendido por una cuestionable “epidemia” de autismo.
De ninguna manera quiero que se malentienda lo que significa el autismo, así que empezaré por definirlo. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, los trastornos del espectro autista o TEA son “discapacidades del desarrollo causadas por diferencias en el cerebro”, y “puede que las personas con TEA se comporten, comuniquen, interactúen y aprendan de maneras que son distintas a las de la mayoría de las personas.” Se añade que “las capacidades de las personas con TEA pueden variar de manera significativa […] algunas podrían tener destrezas de conversación avanzadas, mientras que otras podrían no expresarse verbalmente.” Esto significa que el autismo puede manifestarse en niveles y formas muy diversas.
Quiero centrarme en el autismo nivel 1 o autismo de alto funcionamiento que, hasta el año 2013, era conocido como síndrome de Asperger. Entonces, la Asociación Americana de Psiquiatría decidió agrupar todos los desórdenes relacionados con el autismo en un mismo término: Trastorno del Espectro Autista (TEA o ASD, por sus siglas en inglés).
Por muchos años, solo las personas con síntomas muy severos eran diagnosticadas con autismo. A partir de la década de 1990, formas más leves empezaron a ser reconocidas, incluido el autismo de alto funcionamiento. Como todas las personas del espectro autista, quienes son de alto funcionamiento tienen dificultades en lo que respecta a la comunicación y a la interacción social. Al no poder leer claramente las pautas sociales, muchas veces la moda y la ropa les son indiferentes. Pueden ser muy puntillosos en lo que respecta al orden y la rutina. A veces presentan hábitos repetitivos y restrictivos que pudieran parecerles extraños a terceros. Algunos destacan en los estudios y otros encuentran difícil concentrarse. Suelen tener intereses muy específicos en los que pueden llegar a volverse expertos. ¿Nos vamos acercando a Louis y Gilbert?
Por supuesto, La venganza de los nerds no es más que una parodia. En los últimos años, la cultura popular nos ha regalado una verdadera explosión de series y películas sobre personas con autismo en sus diversos niveles, algunas muy malas, pero otras verdaderamente notables. En primer lugar, menciono la muy premiada película Rain Man: Cuando los hermanos se encuentran (1988), en la que Dustin Hoffman interpreta a un hombre adulto con autismo, quien se reencuentra con su hermano menor después de muchos años. Pero la lista es larga: Napoleon Dynamite (2004), Ben X (2007), Adam (2009), Mi nombre es Khan (2010), Temple Grandin (2010), El faro de las orcas (2016), The good doctor: Un médico diferente (2017), Atípico (2017), Amor en el espectro (2019), Nuestra mirada (2022), Woo, abogada extraordinaria (2022)… Sin olvidar la notable novela de Mark Haddon: El curioso incidente del perro a medianoche, la cual se adaptó en una extraordinaria obra de teatro que dio la vuelta al mundo.
En 2007 apareció la serie La teoría del Big Bang, una deliciosa comedia sobre cuatro amigos, socialmente obtusos, muy inteligentes, doctores en física e ingeniería en la universidad Caltech. Sus vidas dan un vuelco cuando conocen a una chica guapa, alegre y algo superficial. En ningún momento durante la serie se dice de manera específica que alguno de los cuatro personajes principales pudiera tener autismo. Sin embargo yo, que he convivido durante 22 años con uno en mi casa, los identifico bien. Mi hijo, de quien los doctores me dijeron que probablemente nunca hablaría, y que hoy estudia su licenciatura en geología en Estados Unidos, está dentro del espectro autista. De tal forma, revaloro a esos geeks, nerds, matados y sabihondos: veo personas que simplemente funcionan distinto que los neurotípicos (las personas que no están dentro del espectro autista), y que puede vivir vidas plenas, con sus expresiones muy particulares.
Hoy, de hecho, es un poco moda estar en el espectro. El célebre Asperger Bill Gates decía: “no te burles de los nerds, porque vas a acabar trabajando para ellos”. Y el flamante campeón del mundo Lionel Messi quizá sea el más famoso Asperger. Hoy sobran los ejemplos; me pregunto si no será que infinidad de personas tienen (o tenemos) algo de autismo de alto funcionamiento: la gente tímida, la gente muy sensible, la gente que encuentra su pasión en el aprendizaje y en desenmarañar los acertijos de la vida y el universo, quienes disfrutan de los retos matemáticos y del crédito por haberlos resuelto, a quienes les (nos) gusta estar solos. Y además, no importa. Hoy podemos vivir en un mundo donde cada día se acepte más a todo tipo de personas tal y como son, y hacemos votos para que esa aceptación de la diversidad sea cada vez más extendida, por el bien y el enriquecimiento de los neurodivergentes, pero también de los mencionados neurotípicos. Así que, si hoy en 2023, nos preguntamos dónde están los nerds… pues debemos de concluir que están, gozosa y diversamente… por todas partes.
Muy interesante artículo. Amplía mi visión sobre este tema. Mil gracias.
Muchos prefieren autista a persona con autismo.
Y por otra parte, no se es un poco autista: se es o no se es . Lo de “yo temí en soy un poco autista” se dice de manera muy alegre. El autismo de “alto funcionamiento” implica un esfuerzo sobrehumano y agotador para enfrentarse al mundo neuro típico con un sistema nervioso distinto con alteraciones de los sentidos (incluidos propio emotivo, interoceptivo y vestibular.. y las necesidades de apoyo son cambiantes a lo largo del tiempo e incluso en el mismo día.
Si usted tiene un hijo autista sería conveniente que aprendiera un poco del tema y usase un lenguaje neuro inclusivo.