Carlos Antonio Fernández

 

La probabilidad de obtener un póker de ases en una mano de cinco cartas de una baraja de 52 es muy baja, alrededor del 0.00037%. Quizá la misma probabilidad de elegir una gran novela al entrar a una biblioteca importante y escoger a ciegas un ejemplar.

 

Muchos ensayos y tesis se han escrito para analizar La muerte de Artemio Cruz desde el punto de vista literario e histórico. Nada nuevo se añade al decir que es una novela formada por una introducción y doce capítulos, cuyos títulos son fechas precisas de sucesos relevantes en la vida del personaje central, Artemio Cruz; que los capítulos están formados por tres fragmentos y que cada uno se inicia con un pronombre —yo, tú, él—, que indica el tiempo gramatical empleado. Los capítulos están redactados en presente, porvenir o pasado, respectivamente. La introducción sólo cuenta con dos fragmentos. En total, la obra consta de 38 pequeñas historias donde, de manera prodigiosa, el joven escritor de 32 años exhibe su talento y dominio de la técnica narrativa.

En el presente ensayo, no obstante, se busca mostrar otros aspectos. Para ello, se ha dividido en cinco temas: de qué trata la novela; la relación que guarda el protagonista con su hijo Lorenzo; el motivo psicológico que explica la relación amorosa entre víctima (Regina) y victimario (Artemio); la técnica para alterar el espacio y el tiempo; por último, una lista de los principales personajes.

 

  1. As de corazones: la historia

 

Mi fuerza es aceptar sin lucha las fatalidades.

Artemio Cruz

 

El relato es circular  y consiste en una serie de monólogos evocadores, de distinta modalidad, discurridos por el protagonista y por la voz del narrador omnisciente. La narración se inicia y termina en el hospital, adonde Artemio Cruz es llevado de emergencia y donde habrá de morir, poco después, cuando los médicos, a punto de operarlo de una oclusión intestinal, no puedan salvarlo de un súbito infarto al miocardio. A fin de evitar la enorme cantidad de retrospecciones y prospecciones con que fue construida la obra, se narra a continuación las tres partes en que he seccionado la historia de Artemio Cruz.

 

1889-1903. La infancia de Artemio en la hacienda de Cocuya, Veracruz, transcurre en compañía de su tío materno, el mulato Lunero, la persona que le cortó el cordón umbilical y lo salvó de la furia asesina de su padre biológico, el hacendado Atanasio Menchaca, cuando se enteró de que la esclava mulata a su servicio estaba por dar a luz; el mortinato hermano gemelo y la madre de ambos no corrieron con la misma suerte. Lunero y Artemio llevan una vida bucólica. El primero enseña al sobrino sus conocimientos: pesca, caza de aves, preparación de una fogata, manufactura de velas. En esta etapa formativa, Artemio cuenta con la paz y la monotonía que le permiten sobrevivir y aprender, y que nunca más en su larga vida volverá a tener. La choza donde habitan, a orillas de un pequeño río, forma parte de los restos de la hacienda original, que todavía conservan los dueños de la otrora adinerada familia Menchaca, la matriarca Ludivinia y su alcohólico hijo, Pedrito, quien no ha podido superar el sentimiento de culpa por haber huido cuando a su hermano Atanasio le tendieron una trampa mortal. Un aciago día, el enganchador del nuevo hacendado —quien poco a poco, ante la pasividad de Pedro, ha ido apropiándose de la hacienda— da con ellos y advierte a Lunero que se aliste porque, al día siguiente, será trasladado a otra hacienda. La inminente separación desata los destinos inexorables de los personajes que aún viven en la hacienda derruida. Artemio, al confundir la vestimenta de Pedro con la que porta el enganchador, asesina a su tío paterno; Lunero y el sobrino huyen, contrariando las instrucciones del esclavista, quien, en busca del mulato, entra en la hacienda y se ve confrontado por la anciana Ludivinia, que muere al pisar las maderas podridas del pasillo del porche. El enganchador va con perros de caza tras Lunero, da con él y lo asesina. Entonces el niño Artemio, huérfano y desamparado, «pertenecerá a lo indomable, a lo ajeno, a las fuerzas propias, a la anchura de la tierra … Liberado de la fatalidad de un sitio y un nacimiento … esclavizado a otro destino, el nuevo, el desconocido, el que se cierne detrás de la sierra iluminada por las estrellas».

1903-1919. Empujado por su maestro Sebastián, la vida lo lleva a Sonora para hacer «lo que los viejos ya no podían: ir al norte, tomar la armas y liberar el país», y de allí a formar parte como teniente de los ejércitos que derrocarán a Victoriano Huerta. En esta etapa conoce a Regina, humilde mujer a quien, en la barbarie que representó «la bola», rapta, viola y somete, pero a la que, por su fidelidad, terminará amando como a ninguna otra. No se dará cuenta de ello hasta el momento en que, al regresar herido de una batalla, entra al pueblo donde ella lo esperaría, a fin de descubrir que Regina cuelga junto a otros nueve rehenes de sogas de henequén, asesinada por las tropas federales. Tiempo después conoce en una prisión villista al joven Gonzalo Bernal quien, sin proponérselo, le facilitará el ingreso al mundo de los ricos del que ya nunca más saldrá. Mientras esperan su ejecución, Gonzalo le cuenta al capitán Cruz de su familia rica, propietaria de una hacienda poblana, y que, con su muerte, habrá de dejar en el desamparo. Artemio, con tal de salvar la vida, revela la posición y avituallamiento de su ejército; en compañía del coronel Zagal, quien lo hizo prisionero, contempla desde la azotea de la cárcel el fusilamiento de Bernal, momentos antes de que sus compañeros de armas entren al pueblo y hagan huir a los villistas.

1919-1960. Carranza, jefe del victorioso ejército constitucionalista, licencia a la mayor parte de sus tropas, entre ellas, al cuerpo armado al que pertenece Artemio, quien con el grado de Teniente Coronel se presenta en casa de don Gamaliel Bernal, rico latifundista poblano, para hacerle saber que estuvo en compañía de su hijo Gonzalo la noche anterior a su muerte. Maquina cómo hacerse de la hacienda y los préstamos que don Gamaliel ha otorgado a sus jornaleros. Conoce a Catalina, hija del hacendado. Pronto se establece entre los tres una relación de interés cómplice: el padre, dispuesto a entregar a su hija a cambio de conservar parte de las posesiones; la hija, acostumbrada a no contrariar los deseos del padre, acepta casarse con Artemio, confiando en que de esa manea mantendrá el nivel de vida que siempre ha gozado; el jefe revolucionario quien, a cambio de la hija (ascenso social) y la administración de la hacienda poblana, se erige en el nuevo banquero de la comunidad (ascenso económico), posición que lo llevará a ser diputado federal y cercano al presidente de la república (ascenso político). Traslada su domicilio a la Ciudad de México, donde hará muchos negocios al amparo del poder: apropiación de terrenos baldíos; control de empresas; explotación de concesiones mineras; compra de un diario de circulación nacional. En contraste con sus logros políticos y económicos, la vida familiar de Artemio Cruz es un completo fracaso. Su esposa estaba enamorada de otro hombre y fue obligada a casarse con él. Por ello, Catalina modulará sus afectos de manera alternada: en la noche, cuando ceda a la tentación y al placer, y en el día, cuando sólo sea para él una piel álgida y un trato indiferente. Tuvieron dos hijos: Lorenzo y Teresa. El primero murió muy joven, luchando en la Guerra Civil española; la hija, aliada de la madre, será una constante presencia que le mostrará sólo repudio e interés. La última parte en la vida de Artemio Cruz se desarrolla entre la dirección del periódico, la casa familiar de Las Lomas, las fiestas y vida social en la casona de Coyoacán, y los viajes a las minas, el último de los cuales lo llevará muy enfermo al hospital del que nunca más saldrá y hasta donde llegarán los recuerdos de su larga e intensa vida, que se mezclarán con los apuros de su esposa e hija por saber dónde dejó Artemio el testamento.

 

  1. As de diamantes: Lorenzo, el alter-ego de Artemio

Tú me trajiste aquí, me enseñaste todas estas cosas. Es como si hubiera vuelto a vivir tu vida, ¿me entiendes?

Lorenzo Cruz

Por insólito que parezca, Artemio Cruz tuvo una infancia feliz, al lado de Lunero, que lo cuidó y le trasmitió con amor y paciencia sus conocimientos. La hacienda de Cocuya fue siempre su Ítaca, el lugar ancestral de donde provenimos y adonde anhelamos regresar. Por ello, cuando tuvo la oportunidad, adquirió la propiedad, la arregló y la dejó lista para que la habitara la persona que más amaba, su hijo Lorenzo «para que aprenda a querer esta tierra por sí mismo». La segunda razón para llevarse a su hijo a vivir a Cocuya fue que la relación con Catalina, su mujer, había llegado a un punto en que ya no era posible ninguna reconciliación: ¿Quitarle el hijo a la madre por venganza? ¿Evitar que Lorenzo tuviera una infancia infeliz con dos padres que se detestan? ¿Impedir que Catalina fuera una mala influencia en él?

En la hacienda remodelada, Lorenzo crecía y se parecía al padre, y el padre le proporcionaba las mejores condiciones de vida. Artemio nunca se dio cuenta de que, en el fondo, deseaba vivir proyectando en el hijo sus anhelos y frustraciones. En respuesta, Lorenzo busca su propio camino y lo encuentra: viaja a España en 1938, en defensa de la causa republicana. El llamado de las armas lo lleva en la sangre; por ello, su destino estaba escrito desde el momento en que fue concebido. Por más que Artemio se propuso rodear a su hijo de las mejores condiciones de vida, encapsularlo en una atmósfera segura y placentera, no pudo cambiar lo que llevaba en sus genes: el amor por la aventura. Lorenzo se fue a la guerra, pero a diferencia de su padre, no tuvo la suerte (¿o quizá el deseo?, ¿o fue el destino?) de regresar con vida. Al enterarse de la muerte de su hijo por boca del amigo que le entregó la última carta que escribió a sus padres, Artemio sólo alcanza a exclamar: «Ay, gracias [Lorenzo], que me enseñaste lo que pudo ser mi vida».

 

III. As de picas: Regina o El síndrome de Estocolmo

Trastorno psicólogico temporal que aparece en la persona que ha sido secuestrada y que consiste en mostrarse comprensivo y benevolente con la conducta de los secuestradores e identificarse progresivamente con sus ideas, ya sea durante el secuestro o tras ser liberada.

Tomado de www.lexico.com

 

Tal como se narra al inicio del tercer capítulo, «1913: 4 de diciembre», la historia de Artemio y Regina parecería inspirada en la escena V del tercer acto de Romeo y Julieta, donde los jóvenes veroneses pasan su noche de bodas. El guiño a la obra del bardo, de quien Fuentes fue gran lector (cfr. su novela La cabeza de la hidra) es incuestionable: «La madrugada tardó en llegar, pero un velo gris descubrió el sueño de los dos cuerpos, unidos por las manos… Les gustaba el amor de la aurora: lo vivían como una fiesta para celebrar el nuevo día. La luz opaca apenas recogía los perfiles de Regina… sólo una cosa tendría derecho a despertarla, sólo una felicidad tendría derecho a interrumpir esta felicidad del cuerpo sereno en el sueño, recortado sobre la sábana, envuelto en sí mismo con una tersura de luna enlutada».

Pero la historia de cómo se conocieron Regina y Artemio —en la realidad violenta de la Revolución mexicana, esa erupción que destapó años de opresión, furia contenida y barbarie— fue muy diferente: «aquella muchacha de dieciocho años había sido montada a la fuerza en un caballo y violada en silencio en el dormitorio común de los oficiales». Después de eso, ¿qué opciones tenía Regina? ¿Escaparse, a la primera oportunidad, del teniente que la sometió, a riesgo de que si la reencontraba podría matarla a golpes? ¿Esperar que en su hogar la familia la recibiera con los brazos abiertos, sabiendo que en la condición en que llegaba sólo era un cartucho quemado? Lo único que Regina podía hacer era continuar al lado del hombre que la había secuestrado como, por desgracia, fue el destino de muchas soldaderas de la revolución. En tales condiciones, inventó una historia distinta de la real: ideó que se habían conocido en el pueblo pesquero de donde ella era originaria, en el margen rocoso de una laguna, separada del mar por un brazo de tierra. Regina tuvo que inventar una historia de su primer encuentro, no tanto porque estuviera perdida de amor por Artemio o contara con una imaginación prodigiosa ávida por expresarse, sino como un mecanismo de defensa psicológico que su mente desarrolló para reconstruir la psique lesionada y destruida por los sucesos traumáticos que vivió: el secuestro, la violación, el maltrato y sometimiento, el desarraigo del entorno familiar, la participación como testigo involuntario de batallas sangrientas y ajusticiamientos salvajes. Este mecanismo termina por hacer que Regina adopte para sí la visión de Artemio.

Ante esto, Fuentes, con olfato de buen narrador, tuvo que crear otro mecanismo de defensa en la psique de Artemio, que le permitiera cerrar los ojos ante lo evidente: Regina, en condiciones normales, sólo sentiría desprecio por él. Creer que ella, en su infinito amor por él «inventó el cuento del mar y el reflejo en el agua dormida para olvidar lo que después, al amarla, podría avergonzarlo» es pensar con mentalidad infantil que ella, la mujer-madre, no sólo está dispuesta a entregar su cuerpo en el altar de los sacrificios, sino que, además, le cuenta una fantasía que sustituya los maltratos que padeció a manos de él para que, de noche, cuando venga el coco, no lo espanten los remordimientos. Una gran y demoledora crítica la que, de manera indirecta, por medio del personaje central, es la que realiza Fuentes de la sociedad machista de su tiempo. El retrato del coronel Artemio Cruz es la careta que la mayoría de los hombres mexicanos portaban, no sólo en los años narrados en la novela, sino sobre todo en el tiempo en que fue escrita, principios de los años 60, porque el novelista, como cualquier creador, desarrolla arte para sus contemporáneos.

 

  1. As de tréboles: Narración con cambios de espacio y tiempo

Cerrarás los ojos y creerás ver más: sólo verás lo que tu cerebro quiera que veas: más que lo ofrecido por el mundo: cerrarás los ojos y el mundo exterior ya no competirá con tu visión imaginativa.

La muerte de Artemio Cruz

En novelas más convencionales, los cambios de espacio y tiempo suelen estar indicados por la transición entre capítulos o fragmentos. Fuentes los lleva a cabo en el mismo párrafo e incluso, de manera extrema, en la misma oración. Lo hace innumerables veces, en un dechado de virtuosismo técnico. Un ejemplo sobresaliente ocurre en el primer capítulo «1941: 6 de julio», cuando en la misma frase hay un cambio de tiempo. Dos Artemios, separados por algunos años, uno frente al otro, se arreglan corbatas similares, enfundados en trajes parecidos. En la siguiente cita, uso color rojo para el Artemio en tiempo presente y azul para el Artemio en pasado. Se aprecia así la finura con que Fuentes logra ese cambio sin menoscabo de la sintaxis. En negro, destaco la frase de transición entre un tiempo y otro, en estilo indirecto libre. Obsérvese cómo, sin que el lector lo perciba, el narrador lo lleva de un lugar y tiempo a otro:

Esa corte de vendedores de billetes y limpiabotas […] lo rodearon hasta que pasó las puertas giratorias y se ajustó la corbata frente al vidrio del vestíbulo y atrás, en el segundo vidrio, el que daba a la calle de Madero, un hombre idéntico a él, pero tan lejano, se arreglaba el nudo de la corbata también, con los mismos dedos manchados de nicotina, el mismo traje cruzado, pero sin color, rodeado de los mendigos y dejaba caer la mano al mismo tiempo que él y luego le daba la espalda y caminaba hacia el centro de la calle, mientras él buscaba el ascensor, desorientado por un instante.

El capítulo se abre con una secuencia de dos escenas distintas, ocurridas simultáneamente, que se van turnando la narración. En la primera escena se relata la travesía de Artemio Cruz, adulto, próspero empresario que viaja —en un lujoso automóvil conducido por su chofer— a la oficina. Al pasar por las calles del centro de la Ciudad de México, Artemio ve a su mujer e hija, quienes hacen las compras de la inminente boda de la joven. En la narración de este intranscendente suceso, Fuentes da otro ejemplo de su maestría como escritor al lograr el cambio de escenario y foco de personaje en la misma oración sin afectar el sentido ni la construcción gramatical. Así muestra la indiferencia que sienten entre sí los personajes, quienes se cruzan físicamente sin manifestar emoción. En la siguiente cita se usará color rojo para la primera escena, y azul para la segunda (la frase de transición, que en este caso es el conector «y», en negro):

El chofer sudaba bajo la resolana y no podía prender la radio para distraerse y él pensó que no había hecho mal en asociarse con los cafetaleros colombianos cuando empezó la guerra en África y ellas entraron a la tienda y la empleada les pidió que por favor tomaran asiento…

Un tercer tipo es cuando ocurren los cambios de espacio y tiempo en una misma secuencia narrativa. Este recurso le sirve a Fuentes para contrastar ideas y posturas de manera directa sin el empleo de expresiones trilladas como «en contraste», «por otro lado», etc., de modo que la velocidad de la narración se acelere. En el siguiente ejemplo, en el primer párrafo ocurre la escena cuando Artemio Cruz se presenta en la casa de don Gamaliel, su futuro suegro; en el segundo, Artemio platica con ejidatarios en la cantina del pueblo, días antes de lo referido en el primer párrafo; sin embargo, en ambos hay un mismo tópico que los une mediante contrastación, esto es, se muestran dos puntos de vista de un mismo hecho: la riqueza al amparo de la religión. La transición entre párrafos es natural y los cambios no alteran la fluidez de la lectura:

—Hay que saber distinguir las cosas —murmuró el viejo [Gamaliel Bernal] al secarse los labios con la servilleta—. Los negocios, por ejemplo, son una cosa, y otra cosa es la religión.

—¿Lo ve tan piadoso, comulgando todos los días con su hijita? [pregunta el líder campesino] Pues ahí donde lo ve, todo lo que tiene se lo robó a los curas, allá cuando Juárez puso a remate los bienes del clero y cualquier comerciante con tantito ahorrado pudo hacerse de un terrenal inmenso.

Un último recurso, empleado con intensidad a lo largo de la novela, consiste en encajar monólogos dentro de diálogos, lo que permite resaltar la condición enferma y agonizante de Artemio en la cama del hospital, cuando en tal circunstancia son más fuertes para él las voces de su pasado que escucha en la cabeza, que las voces actuales expresadas por su esposa e hija. Este recurso también permite mostrar la distancia, el desamor, la indiferencia que siente el protagonista por sus familiares. En el siguiente ejemplo, el diálogo entre la hija y la nieta, más que interrumpido, es ignorado por Artemio, para quien el recuerdo de su hijo muerto ocupa la atención en sus horas finales:

—[Habla la nieta dirigiéndose al abuelo, Artemio] Soy … soy Gloria …

—[Habla Artemio] Esa mañana lo esperaba con alegría. Cruzamos el río a caballo.

—[Habla la hija, Teresa, dirigiéndose a su mamá] ¿Ves en que terminó? ¿Ves, ves? Igual que mi hermano. Así terminó.

  1. Rey de corazones: Lista de los principales personajes

 

—Artemio, ¿te volveré a ver?

—Nunca digas eso. Haz de cuenta que sólo nos conocimos una vez.

 

En la siguiente tabla, se presentan casi todos los personajes de la novela: su nombre y su relación con Artemio Cruz o con quien la tuvieron.

Personaje Relación con el protagonista Artemio Cruz
Regina Amante durante la revolución
Catalina Bernal Esposa
Teresa Hija
Gamaliel Bernal Suegro
Remigio Páez Sacerdote poblano, simpatizante de los cristeros
Gonzalo Bernal Cuñado
Luisa Concuña
Ramón Novio de juventud y verdadero amor de Catalina
Padilla Secretario particular en su etapa de empresario
Serafín Encargado de la casona de Coyoacán
Sebastián Profesor que instruye a Artemio cuando éste llega a la Ciudad de México huyendo de Cocuya. Le enseña el oficio de herrero y abusa de él
Loreto Ayudante del general Jiménez
Gavilán Mayor y luego coronel de la misma división
Aparicio Teniente de la misma división
Gerardo Yerno
Ventura Jornalero de su hacienda poblana
Pons Jefe de redacción del diario que dirige
Cástulo Pizarro Molinero rival en su etapa de hacendado poblano
Lorenzo Hijo que tuvo con Catalina y murió en España
Laura Amiga de Catalina y amante de Artemio
Lilia Amante que vive en su casona de Coyoacán
Jiménez General del ejército obregonista
La Saturno Matrona de un burdel en la Ciudad de México
Mena Representante de Batista y Trujillo
Díaz Director editorial del diario que dirige
Gloria Nieta
Paquito Hijo de Padilla, novio de Gloria, su nieta
Xavier Adame Playboy del puerto de Acapulco
Tobías Indio yaqui que lo ayuda a escapar de los villistas
Zagal Coronel villista que lo derrota y captura
Luisa Hija huérfana de su cuñado Gonzalo
Francisco Hijo huérfano de su cuñado Gonzalo
Miguel Compañero republicano de Lorenzo
Dolores Compañera y novia republicana de Lorenzo
Lunero Tío, hermano de su madre, Isabel Cruz
Pedrito Hijo menor de Irineo
Irineo Menchaca Abuelo paterno de Artemio
India Baracoa Sirvienta y cocinera de Ludivinia
Atanasio Padre de Artemio e hijo mayor de Irineo
Ludivinia Abuela paterna de Artemio, viuda de Irineo
Isabel Cruz Madre de Artemio, hermana de Lunero
Sgto. Robaina Subalterno de Irineo. Asesino de Atanasio