Juan Antonio Rosado Zacarías
A la memoria de Bernard Sadow
Aún recuerdo cuando te llevaba a cuestas.
Tu dolorosa, negra pesadez vencía
mi columna.
Y la espalda, ruina viviente, masacraba la rutina.
Pero creciste…
Y sin renunciar a tu gordura, te has vuelto muy liviana
y ruedas, ruedas al encuentro de ordinarios destinos.
Día con día, los fardos aligeras
y tus múltiples bocas guardan, transportan los secretos,
ordenan las verdades y mentiras,
engullen pequeñeces.
Sin ser una inválida en las calles transitadas,
sin ser un cuerpo elemental entre otros tantos,
tu bastón se alarga hacia mi mano
y expandes tu presencia gentil, serena, paciente.
Eres moza de recados,
guardiana de otras cosas,
ágil compañera de días y de noches.
Por la estación, en las lluvias de verano,
tu piel tersa e impermeable
protege el orden, el pasado y el presente.
Sin ti, la vida es más pesada,
torpe, aturdida, fastidiosa…